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Excodra X: Lo onírico

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mojito en la barra del bar de la planta baja me infundió una dosis de seguridad que ya<br />

no perdería. Vimos avanzar corredores, floreros, pinturas abstractas; el ascensor nos<br />

condujo a la terraza, junto al enorme reloj de Plaza Catalunya. Las luces se fueron<br />

apagando, el aire pareció vaciar el ambiente, creí que nos echaban, y nuevamente en<br />

el ascensor estuve a punto de despedirme, pero al abrirse la puerta nos tomábamos de<br />

la mano, dimos pasos decididos sobre una fina moqueta; las paredes nos empujaban,<br />

de repente, como en un milagro que se cumple, como en un sueño, la habitación se<br />

presentó lujosa, con una ventana al fondo que daba a la ciudad, a otras ciudades<br />

distantes, a otros países lejanos. Un dardo imaginario surcó el aire para incrustarse en<br />

un mapa de Europa, exactamente en el centro de Praga.<br />

Qué lejos quedaba aquello que apenas había ocurrido un par de horas atrás. Cuando el<br />

marido entró y me hallé semidesnudo debajo de la cama, cualquier hecho anterior<br />

daba la impresión de haber tenido lugar hacía siglos. <strong>Lo</strong> peor era el checo, no<br />

entender una palabra. Del saludo pasaron a un diálogo mustio, que pronto se fue<br />

acalorando hasta cambiar por completo de tono y convertirse en ¿reproches, insultos,<br />

amenazas? Tampoco podía verlos, ¿me equivocaba al imaginarlos? ¿De verdad se<br />

estaban peleando? ¿<strong>Lo</strong>s manotazos en el colchón eran una manera de referirse a mí?<br />

¿La estaba amenazando con matarla junto conmigo? ¿Y si sacaba la pistola y me<br />

metía un par de tiros atravesando el colchón? ¿Qué le parecía?<br />

Arrojado por la ventana, herido por un cenicero, maniatado a una silla, acusado ante<br />

un juez de asesinato; una lámpara que vuela, un bolígrafo ensangrentado; increpado<br />

en las noticias del mediodía por curiosos agolpados a las puertas del hotel:<br />

“¡Asesino!”. “¡Maldito!”. “¡Desgraciado!”. Y la señora de Huanta, al otro lado del<br />

mundo, en plena era de la Globalización mirándome por cable, y pese a los años<br />

transcurridos… “La cara de ese chico me suena…” Y otros muchos reconociéndome,<br />

a mí, que un día simplemente me borré.

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