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porque está mudo. Nadie puede socorrerle contra el<br />
terrible poder del demonio.<br />
Y ésa es su mayor desgracia, que no puede<br />
verte, ni hablarte. Ese es el mayor triunfo que sobre<br />
él ha logrado, hasta ahora, el enemigo. Pero Tú lo<br />
ves a él y puedes hablarle y te compadeces de su<br />
inconmensurable desgracia.<br />
Lo mismo pasa siempre, Señor, cuando yo estoy<br />
lejos y estoy ciego y ando olvidado de Ti.<br />
Tú me ves desde las alturas de tu misericordia y<br />
te pones a mi lado, para que yo te sienta de algún<br />
modo.<br />
Entonces caigo en la cuenta de mi desgracia y<br />
nacen en mí los deseos de verte y comienzo a<br />
balbucir con mi impedida lengua.<br />
Te compadeces de todos, Señor. A este pobre<br />
endemoniado le liberas de su mal que le impedía<br />
hablar y le esclavizaba. El demonio siempre<br />
entorpece mi comunicación contigo. No quiere que<br />
haga oración, que hable contigo, que me comunique<br />
con los demás, que les hable de tu amor. También a<br />
mi me tienes que ayudar, me tienes que liberar de la<br />
acción del diablo, para que sea tu Espíritu quien<br />
hable en mi con alabanzas y gemidos inefables.<br />
Tú, Señor benignísimo, que has hecho brotar<br />
esos gemidos en mi corazón, los entiendes aunque<br />
muchas veces un murmullo vago y casi imperceptible,<br />
que te descubren el abismo de mi necesidad y<br />
de mis ansias.<br />
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