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II ORAR EN CUARESMA

ORAR-EN-CUARESMA

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Tú, Señor, me miras por dentro, que es donde<br />

está la raíz y el impulso de las acciones de fuera.<br />

Sólo por dentro está la verdadera santidad.<br />

—Pero Yo os digo.<br />

¿Qué me importa, Señor, lo que digan los<br />

demás? Tú hablas y toda otra palabra queda<br />

anulada. Lo que Tú dices es verdad siempre y tiene<br />

firmeza de por sí y comunica tu firmeza a cuanto es<br />

firme. Lo que Tú dices, santifica y pacifica y eleva<br />

porque lo dices Tú.<br />

Cuando Tú empiezas a hablar, tienen que callar<br />

todos los demás maestros; y serán muy sabios, si se<br />

hacen discípulos tuyos.<br />

Tú no miras lo que han dicho los demás para<br />

atenerte a ello, ni tienes que citar autoridades y<br />

confirmar tu doctrina con los dichos ajenos. Porque<br />

tu doctrina sale toda del fondo de tu infinita<br />

sabiduría y le comunica valor tu propia autoridad.<br />

Otros maestros tienen que demostrarnos las<br />

razones de su enseñanza; tienen que dar argumentos<br />

para convencernos. Verdaderamente que Tú eres el<br />

Maestro y no necesitas dar razones, sino<br />

sencillamente hablar.<br />

Maestro, habla en mi corazón. Que en mi<br />

corazón se escuche tu voz: «Yo te digo.» Ese «Yo»<br />

encierra la suprema razón y la suprema fuerza de<br />

todo. Gracias, Señor, por enseñarme con autoridad.<br />

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