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Como Tú más que a mis obras, me buscas y me<br />
quieres a mí.<br />
—Era sábado el día que Jesús hizo barro.<br />
Líbrame, Dios mío, de la hipocresía y de ese<br />
espíritu de envidia, que corroía a los fariseos.<br />
Líbrame de esa perversión de la estimativa que hace<br />
escrúpulos ante un mosquito y se traga luego un<br />
camello. Ellos son los verdaderos ciegos.<br />
Concédeme, Señor, la interior ley de la caridad<br />
que procede de tu mismo corazón, y que es siempre<br />
la única regla válida para interpretar cualquier ley<br />
escrita.<br />
Sí, concédeme la verdadera caridad, con que no<br />
me mire a mí mismo y a quedar bien y a causar<br />
buen efecto; sino que mire al prójimo y lo busque<br />
por Ti, Señor, y vaya a él por tus caminos, los<br />
únicos que no se desvían de la verdad.<br />
Que tu amor y el amor a mi hermano vayan<br />
unidos en mi corazón y que no me detenga ante<br />
oportunismos o insensatas interpretaciones que<br />
buscan mi orgullo y mi deseo de parecer entendido.<br />
La caridad, Señor, dame la verdadera caridad.<br />
—¿Cómo es que ahora ve?<br />
También yo me asombro muchas veces, Señor,<br />
de que yo, tan ciego y tan entregado a las cosas de<br />
la tierra, vea tan claro en ciertas ocasiones y me<br />
encuentre levantado con aspiraciones tan altas.<br />
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