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como ahora, que te tiene delante y sus ojos no<br />
pueden abismarse en los tuyos.<br />
Poco importa no haber visto las maravillas que<br />
Tú creaste ni las que produjo el arte del hombre.<br />
En compensación, tampoco ha sufrido viendo las<br />
cosas monstruosas y deformes de la vida, ni las<br />
abominaciones que tan pródigamente siembra por<br />
todas partes la maldad humana.<br />
Pero ahora no puede verte tampoco a Ti, espejo<br />
del Padre y resplandor de los cielos, Jesús, el más<br />
hermoso y perfecto de los hijos de los hombres.<br />
¿Hay mayor desgracia que ser ciego cuando Tú<br />
estás delante?<br />
Tú le ves a él y te conmueves y quieres que él te<br />
vea e iluminas milagrosamente sus ojos.<br />
Señor, sí, hay una desgracia infinitamente más<br />
triste que no verte con los ojos del cuerpo y es tener<br />
ciegos ante Ti los ojos del alma.<br />
Pasa, Señor, entre nosotros y mira cuántos<br />
ciegos. Conmuévete más hondamente con nuestra<br />
desgracia.<br />
Toca nuestros pobres ojos, Señor, danos la<br />
lumbre interior.<br />
Y aun, como aquel ciego, recibo de Ti los ojos<br />
para verte; mas luego te pierdo de vista. Y empleo,<br />
Señor, mis ojos para todo menos para verte a Ti.<br />
Sin embargo, lo que me interesa no son tus obras<br />
y tus prodigios, sino Tú mismo.<br />
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