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—Si echa los demonios es por arte de<br />
Belcebú, el príncipe de los demonios.<br />
¡Dios mío, líbrame de la ceguedad y de la dureza<br />
de corazón! ¿De qué me aprovecharían tus santas<br />
obras, si yo no las conozco o si me obstino en<br />
interpretarlas maliciosamente?<br />
Porque tus obras son santas y proceden de tu<br />
soberano poder y de la bondad inextinguible de tu<br />
corazón. Pero mis ojos son malos y deforman con<br />
su malicia todo cuanto miran.<br />
Según son mis deseos, torpes y perversos, así<br />
manchan y deforman la limpia verdad de tus obras<br />
santas.<br />
Líbrame, Dios mío, de estos malos espíritus, que<br />
pervierten mi corazón y entorpecen<br />
monstruosamente mis ojos, porque yo soy el que<br />
estoy bajo su operación.<br />
Ellos influyen sobre mí para que no te conozca y<br />
me acerque a Ti y sea salvo.<br />
Ven, Jesús, no con tus milagros por fuera, sino<br />
con tu operación secreta en mi interior. Porque<br />
mientras mi corazón esté endurecido y mis ojos<br />
sean ciegos, nada comprenderé.<br />
Solamente los limpios de corazón te conocen y<br />
saben cuándo las obras proceden de tu divina virtud.<br />
¡Limpia, Señor, mi corazón!<br />
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