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Aquellos fariseos estaban alerta para descubrir<br />
algún prodigio en los cielos; yo espero calladamente<br />
y cierro los ojos y te suplico, buen Jesús, que<br />
realices tus maravillas en lo hondo de mi corazón.<br />
Porque lo necesario no es que se reformen o se<br />
transformen las cosas en torno mío, sino mi propia<br />
reformación interior.<br />
—Señor, baja antes de que se muera mi hijo.<br />
Aquel hombre te apremiaba como si Tú no<br />
supieses lo que tenías que hacer. A mí me pasa<br />
igual. Muchas veces, Señor, te quiero prescribir el<br />
modo de ayudarme, decirte lo que tienes que hacer<br />
y cómo.<br />
No entiendo que tus perspectivas son<br />
infinitamente más amplias y que Tú sabes inventar<br />
caminos imprevistos para la imaginación humana.<br />
Enséñame, Dios mío, a confiar y a abandonarme<br />
en tu sabiduría. Tú sabes cuál es el socorro<br />
necesario y la hora de prestarlo y el método<br />
oportuno.<br />
Mis providencias son cortas de vista y mis<br />
deseos son impacientes.<br />
Señor, mira esta necesidad. Y no hace falta que<br />
te diga más; obra como te lo dicte tu corazón.<br />
—Creyó él con toda su familia.<br />
El régulo se acercó a Ti, buen Maestro, con el<br />
deseo de que remediases aquella desgracia de su<br />
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