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—¿También vosotros os habéis dejado<br />
embaucar?<br />
¡Buen Maestro, yo quisiera ser seducido por tu<br />
palabra y por tu bondad! Sin resistencia ninguna,<br />
sin vacilaciones, sin espíritu crítico, con admiración<br />
y con amor, como fascinado, quisiera seguirte a Ti.<br />
Que no me quedara ni la libertad de elección,<br />
que no es posible cuando se ha encontrado al Sumo<br />
Bien.<br />
Que yo me dé cuenta, que me domine la<br />
convicción y aun la sensación irresistible de que en<br />
Ti tengo la Verdad y el Bien. Yo quiero ser<br />
seducido por Ti.<br />
¡Qué torpemente me han seducido ciertos<br />
prestigios humanos, algunos esplendores de cosas<br />
de la tierra! ¡Y cómo he querido también seducir yo<br />
a pobres corazones, que se acercan sencillamente o<br />
incautamente!<br />
Jesús, sé Tú y sólo Tú el seductor de los<br />
corazones: del mío y de los otros.<br />
— Esa gente que no entiende de la Ley son unos<br />
malditos.<br />
¡Qué vana es la ciencia, si lleva el desprecio de<br />
los demás, si engendra la soberbia en el corazón!<br />
¡Qué necia es y cómo hincha la ciencia sin caridad!<br />
Tú te comunicas gustoso al corazón humilde,<br />
que confía en tu palabra más que en' sus propias<br />
luces. No quiero, buen Maestro, letras que sequen<br />
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