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II ORAR EN CUARESMA

ORAR-EN-CUARESMA

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¡Cuántos a lo largo de los siglos han escuchado<br />

el secreto confidencial de esa voz! Y tu palabra,<br />

Señor, ha sido más dulce y más fuerte que todas las<br />

otras ilusiones que ligaban el corazón.<br />

Es una voz que sacude al alma para resoluciones<br />

definitivas y absolutas. ¿Qué le importa lo demás al<br />

que te ha oído a Ti, Maestro?<br />

Seguirte es estar contigo y entrar en la intimidad<br />

de tu corazón. Es saber de tus planes y de tus<br />

caminos; de adónde vas y por dónde vas; qué haces<br />

y cómo lo haces y por qué lo haces. Seguirte es ser<br />

uno de tus amigos confidenciales, porque a la larga<br />

no es posible seguirte sin amor. Y el amor lleva a<br />

las confidencias y necesita de ellas.<br />

Señor, al que oye tu voz se le iluminan los ojos<br />

para verte a Ti y ver tus caminos. Tu presencia y tu<br />

palabra van orientando su vida.<br />

—No necesitan médico los sanos, sino los<br />

enfermos.<br />

Tú sabes, Señor, que somos enfermos y<br />

necesitados, que tenemos manchas y que estamos<br />

expuestos a morir de miseria. Es natural que<br />

acudamos a Ti, como al médico único de nuestras<br />

llagas y que Tú nos recibas.<br />

Yo sé quién soy, Señor, y sé quién eres. Y por<br />

eso voy a Ti. Yo sé que no puedes contaminarte, ni<br />

contagiarte con mis sucias y tristes enfermedades.<br />

¿Pero no te cansas de ver siempre en mi las mismas<br />

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