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Dame, Señor, a mí la dulce caridad con los que<br />
sufren y la santa resignación en mis sufrimientos.<br />
—No tengo a nadie.<br />
Así hay muchos desamparados en este mundo y<br />
sin ayuda humana. Tú lo sabes, Señor.<br />
Compadécete de esos pobrecitos y acude a su<br />
lado. Llena su corazón de tu amable presencia.<br />
Suscita corazones generosos y compasivos, que<br />
sean los emisarios de tu caridad y de tu socorro.<br />
¡Cómo se parecen a Ti, Jesús, los que acuden al<br />
desamparo y a la desgracia! Al niño, al anciano, al<br />
más abandonado, a aquel de quien no se preocupa<br />
nadie.<br />
Que resuene en mi corazón, te lo suplico, el<br />
gemido que se pierde sin que nadie lo escuche.<br />
Enséñame a enjugar las lágrimas que corren, sin que<br />
nadie las vea. Y, si no puedo otra cosa, que yo sepa<br />
llorar con el llanto ajeno y sufrir con el desvalido.<br />
Unge mi corazón con tu misericordia, Jesús<br />
bueno; dame que descubra las penas escondidas y<br />
que derrame en ellas de tu bálsamo. ¡Jesús, mira que<br />
hay tantos que no tienen ayuda!<br />
—No peques más.<br />
Con gran misericordia has dispuesto, Señor, que<br />
al pecado siga muchas veces inmediatamente el<br />
castigo en este mundo, para ahorrarnos o aminorar<br />
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