You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
— El que esté sin pecado, que le tire la primera<br />
piedra.<br />
Yo tampoco puedo, Maestro, acusar a mi<br />
hermano; no puedo condenar a nadie, aunque su<br />
pecado sea evidente y no tenga disculpa.<br />
No puedo, con mi conciencia cargada y con mis<br />
manos sucias, tirar piedra ninguna. Harto tengo con<br />
huir de las piedras que otros puedan tirar justamente<br />
contra mí o con someterme a ellas con humildad y<br />
en silencio.<br />
Es verdad, Señor, que yo puedo ser acusado y<br />
que, por lo mismo, yo no puedo acusar. Jesús, que<br />
yo me mire tanto a mí mismo, a mis pecados y<br />
negligencias, que no tenga tiempo, ni ánimo para<br />
mirar los de otros.<br />
Que yo tenga compasión de los demás, cuando<br />
tanto necesito que la tengan de mí. Enséñame,<br />
Maestro, esta sabiduría del silencio para no acusar y<br />
para soportar.<br />
Tú salvaste a la pobre mujer, cuando la acusaban<br />
con verdad y no te defendiste a Ti mismo cuando te<br />
acusaban en falso. Me enseñas a no acusar y a<br />
soportar. ¡A perdonar!<br />
—Tampoco yo te condeno.<br />
Tú no la condenas, porque has cargado sobre Ti<br />
sus culpas y las mías. No la condenas, porque por<br />
ella y por mí te ofreces como única víctima al Padre.<br />
175