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Opinión<br />
¿QUÉ ES<br />
UNA FAMILIA?<br />
POR Lic. Gabriel Rolón<br />
©Leconsag<br />
Cuentan los evangelios<br />
que cierta vez Jesús se encontraba<br />
predicando y a él<br />
se acercó su familia, pues<br />
deseaba visitarlo después<br />
de mucho tiempo sin verlo.<br />
Sin embargo, era tanta la<br />
gente que se había reunido<br />
a escucharlo que no podían<br />
llegar hasta él. Entonces<br />
alguien le anunció: “Maestro,<br />
tu madre y tus hermanos<br />
están ahí afuera y quieren<br />
verte”. El Cristo hizo silencio,<br />
los miró fijamente y<br />
respondió: “¿Quiénes son mi<br />
madre y mis hermanos?”. Y<br />
extendiendo la mano hacia<br />
sus discípulos sentenció: “He<br />
aquí mi madre y mis hermanos.<br />
Porque todo aquel que<br />
hace la voluntad de mi Padre<br />
que está en los cielos, ese es<br />
mi hermano, y hermana, y<br />
mi madre. Mi madre y mis<br />
hermanos son aquellos que<br />
oyen la Palabra de Dios y<br />
la cumplen. Ustedes son mi<br />
madre y mis hermanos.”<br />
Tomo este relato, extraído del Nuevo<br />
Testamento, para abrir una puerta<br />
que me permita acercarme y pensar<br />
acerca de un tema que, aunque aparente<br />
cierta obviedad, en ocasiones<br />
resulta ser muy complejo: ¿qué es una<br />
familia?<br />
Vivimos momentos de cambio muy<br />
vertiginosos, y los antiguos modelos<br />
han ido mutando. La familia nuclear,<br />
ese formato en el que los hijos vivían<br />
con sus padres, ya no es el único<br />
existente. Hoy abundan las familias<br />
binucleares, en las que cada padre<br />
habita en un sitio diferente y los hijos<br />
tienen “dos casas”, e incluso las familias<br />
ensambladas, donde se comparte<br />
el hogar con personas que no están<br />
unidas por un lazo sanguíneo.<br />
Resulta evidente, entonces, que no<br />
podemos dar por hecho que basta con<br />
compartir el ADN para considerarnos<br />
unidos en lazo familiar. Muy por el<br />
contrario, muchas veces la gente que<br />
lleva nuestra sangre no tiene nada<br />
que ver con nosotros.<br />
En mi trabajo me ha tocado acompañar<br />
a algunos pacientes en el proceso<br />
difícil, ansiógeno y extenso de la<br />
adopción. Y en algunas circunstancias<br />
me encontré con la postura de muchos<br />
jueces que, aprisionados en sus<br />
propias creencias y prejuicios, dificultan<br />
la llegada de un chico a un nuevo<br />
hogar por priorizar los lazos naturales.<br />
Puede ocurrir incluso que los padres<br />
adoptivos vivan con el temor permanente<br />
de que algún día aparezca<br />
alguno de los biológicos y reclame un<br />
derecho al que había renunciado.<br />
Como analista denuncio esta crueldad<br />
que muchas veces la ley ampara: no<br />
permitir que una familia se constituya<br />
y exponer a esas personas, a las que<br />
el amor ha unido, a la actitud imprevisible<br />
y caprichosa de un otro que<br />
no supo o no quiso hacerse cargo de<br />
la responsabilidad que implica tener<br />
un hijo.<br />
Para decirlo con claridad: la familia<br />
no es un vínculo natural, porque el<br />
amor se construye con momentos<br />
compartidos, con entrega y paciencia,<br />
con renuncias y abrazos. Nada tiene<br />
que ver la sangre en esto. Y esa sí es<br />
una ley que no deberíamos olvidar<br />
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