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Entrevista<br />
cinco<br />
Andrés Barba<br />
“La infancia es<br />
un lugar de una<br />
veracidad dudosa”<br />
POR Nando Varela Pagliaro<br />
El escritor español nos habla de República<br />
luminosa, la novela ganadora del Premio<br />
Herralde 2017, que invita a reflexionar sobre<br />
la idea que tenemos de la niñez<br />
“Cuando me preguntan por los treinta y dos niños que perdieron<br />
la vida en San Cristóbal mi respuesta varía según la<br />
edad de mi interlocutor”. Así comienza República luminosa<br />
(Anagrama). El escritor español se pregunta qué tiene que<br />
suceder para que nos veamos obligados a redefinir nuestra<br />
idea de la infancia y, a contramano del lugar común, pone el<br />
foco sobre el lado oscuro y violento que puede habitar en el<br />
alma de un niño.<br />
–Fabián Casas dice que para él la infancia es la edad<br />
en la que uno carga combustible. De la calidad de ese<br />
combustible va a depender el tipo de persona que uno<br />
va a ser cuando las papas quemen. ¿Usted tiene alguna<br />
definición propia acerca de la infancia? Lo que dice<br />
Fabián es muy psicoanalítico y está muy bien. Yo creo que la<br />
infancia es por antonomasia el lugar reconstruido por la ficción.<br />
Por eso, siempre es un lugar de una veracidad dudosa.<br />
Nunca termina de quedar claro si lo que hemos sentido y lo<br />
que hemos construido en esos años lo proyectamos desde la<br />
edad adulta, ficcionalizándolo, o si realmente sucedió.<br />
–¿Por qué tuvo la necesidad de meterse con la infancia,<br />
que es una de las pocas cosas que colectivamente<br />
ubicamos en una especie de paraíso perdido? Había<br />
varias cosas que me interesaban. Una tenía que ver con esa<br />
mitología que se construye alrededor de la infancia y que<br />
culturalmente vamos desarrollando desde la ilustración: la<br />
infancia como paraíso perdido que se anhela durante el resto<br />
de la vida. Por otra parte me inquietaba el lado b: el miedo<br />
a la infancia y nuestra inclinación hacia la educación como<br />
lugar donde nos defendemos del niño. En última instancia, la<br />
educación es tratar de que un niño se convierta en adulto lo<br />
antes posible. Esa ambivalencia entre lugar perdido y lugar<br />
temible me interesaba mucho. Cuando de una cosa se puede<br />
decir algo y su contrario es que existe algo interesante.<br />
–¿Cuánto cree que tuvo que ver la literatura con el mito<br />
que se construye alrededor de la infancia? Hay tanta literatura<br />
que confirma la cursilería del paraíso perdido, como su<br />
contrario. A mí siempre me ha interesado mucho la literatura<br />
que ha interpretado a la infancia desde un lugar de oscuridad,<br />
o al menos donde la oscuridad es posible. Toda la tradición<br />
francesa de Schwob con La cruzada de los niños, y Cocteau.<br />
Incluso los existencialistas, los relatos sobre la infancia que escribió<br />
Sartre en El muro. También me resulta muy atractivo<br />
el modo en que, desde nuestra perspectiva contemporánea,<br />
nos defendemos de cualquier manifestación de oscuridad que<br />
se produzca en la infancia, cómo negamos la violencia prota-<br />
gonizada por niños, cómo negamos cualquier manifestación de<br />
sexualidad, cómo nos protegemos de esos territorios porque no<br />
queremos aceptar que se producen en el mundo infantil.<br />
–Dice usted que nos cuesta ver a los niños como<br />
personas capaces de cometer actos de violencia, ¿le<br />
preocupa la lectura ideológica que pueda hacerse de la<br />
novela? Pienso por ejemplo en la derecha y su constante<br />
reclamo por bajar la edad de imputabilidad de los<br />
menores. Sin dudas. Es una novela política, y en ese sentido<br />
un discurso natural de la derecha es precisamente rebajar la<br />
edad de punibilidad legal. La derecha tradicional es asombrosamente<br />
bipolar. El niño pasa de ser el individuo al que hay<br />
que defender a ser instantáneamente el sujeto sobre el que<br />
hay que hacer caer todo el peso de la ley sin ningún tipo de<br />
misericordia. Eso, en cualquier caso, es una visión hipócrita,<br />
primero de la dignidad del hombre, y luego de la índole del<br />
sujeto al que hay que proteger. Uno no puede convertirse<br />
de un segundo a otro en un sujeto distinto. En la novela, me<br />
interesaba mucho narrar una situación en la que una ciudad<br />
lentamente se va deslizando a esa posición en la que se cree<br />
que lo mejor es penar a los niños menores.<br />
–¿Cómo funcionan los reformatorios en España? Acá<br />
son más bien “deformatorios”. Claro, en el fondo pasa<br />
lo que dice Foucault en Vigilar y castigar, cuando habla<br />
del nacimiento de la prisión. Básicamente postula que los<br />
estados conservadores son los que desde el inicio determinan<br />
cuál es la manzana podrida, y sentencian a muerte a ciertos<br />
individuos de la sociedad. En el fondo, un reformatorio es un<br />
destino social. El que reflexionó mucho sobre este tema fue<br />
Genet; tiene un libro fascinante que se llama El niño criminal,<br />
en el que habla precisamente de los reformatorios como<br />
semilleros de criminales. Sartre, que escribió una biografía de<br />
Genet, cuenta un episodio en el que se ve a las claras en qué<br />
medida el destino social es algo otorgado por nuestro contexto.<br />
Genet era un niño adoptado, y hay un momento en el que<br />
él percibe, de una manera intuitiva, que sus padres no son<br />
como los padres naturales de sus compañeritos del colegio.<br />
No sabe formularlo verbalmente, entonces no se le ocurre<br />
otra cosa que agarrar un collar de su madre y esconderlo<br />
debajo de la almohada. Eso hace que se produzca un gran<br />
revuelo en la casa. Todo el mundo empieza a buscar el collar<br />
hasta que finalmente aparece debajo de la almohada del niño<br />
Genet. La madre, al verlo, lo señala con el dedo y le dice:<br />
“eres un ladrón”. El primer poema de Genet se titula precisamente<br />
así: “Me llamáis ladrón, seré ladrón”. Es fascinante ver<br />
el modo en que él relata hasta qué punto somos sensibles al<br />
destino social que hemos recibido.<br />
–Todos estos libros que menciona, ¿estuvieron presentes<br />
en su mesa de trabajo mientras escribía la novela? Encima<br />
de mi mesa estuvo mucho La peste de Camus. Yo quería<br />
trabajar con un estado de excepción, una ciudad de provincia<br />
aparentemente tranquila como San Cristóbal, donde de repente<br />
hay algo que obliga a sitiar la ciudad y pone en compromiso<br />
todos los valores con los que esa sociedad se había manejado<br />
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