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Entrevista
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Sergio Bizzio es uno de los autores más versátiles de nuestra
literatura. Comenzó como un exquisito poeta (Gran salón con
piano, Mínimo figurado, Paraguay), y rápidamente se instaló
como narrador gracias a novelas de gran repercusión, como
Planet, En esa época (Premio Emecé), Rabia (Premio Internacional
de la Diversidad) y Realidad, entre otros títulos, además
de los libros de relatos Chicos, En el bosque del sonambulismo
sexual y Dos fantasías espaciales. También es dramaturgo,
guionista, y sus relatos merecieron adaptaciones para el cine.
Es además músico y junto al grupo Mondongo participó de
una exposición plástica. En su última novela, Diez días en
Re, muy en sintonía con las anteriores Borgestein y Mi vida
en Huel, asistimos a la luna de miel de Carlos e Irina en un
paraíso all inclusive. Allí Carlos, apenas llega, descubre su falta
de amor por su reciente esposa. A partir de allí una serie de
circunstancias en apariencia menores rodeará la estadía de la
pareja, que por momentos se verá envuelta en una aventura
más propia de náufragos que de recién casados…
–¿Qué es lo que a usted lo motiva para escribir una
historia? En realidad nada, es el deseo de escribir, simplemente.
Una atmósfera, una frase suelta, empiezo por ahí. La
historia es una intención secundaria. Una única vez en mi
vida tuve en mente una historia antes de escribir la primera
línea. Fue con Rabia. Y aun en esa ocasión no tenía más que
una panorámica de trazo grueso.
–Borgenstein, Mi vida en Huel y Diez días en Re presentan
elementos comunes, tanto en su estética como en
Sergio Bizzio
“La ciudad
es un espacio
policial”
Con el polifacético artista de Ramallo
hablamos acerca de su nueva novela, Diez
días en Re (Literatura Random House)
POR Christian Kupchik
su contenido, ¿hay una intención deliberada? Diría que
no. Tengo la sensación de que no hago nada deliberadamente,
excepto escribir. Supongo que esos elementos comunes que
señalás tienen que ver más con el estilo que con el cálculo.
–Estas tres novelas que mencionamos, ¿pueden leerse
como parte de una trilogía que indaga sobre las relaciones
y el entorno? Bueno, no me creo capaz de responder a
eso con precisión, en la medida en que nunca me propongo
indagar nada previamente, por lo menos a conciencia. En otras
palabras, no escribo sobre lo que “me interesa”. Es al revés, lo
interesante aparece porque escribo. En Mi vida en Huel, por
ejemplo, no hay una radiografía de la adolescencia, como se
dijo, ni de tal o cual época, y ni siquiera un género definido,
aunque podría considerarse una novela onírica. Lo más cerca
que Mi vida en Huel está de indagar en un determinado tema
es lo que los editores pusieron en la contratapa. Pero eso ya
no es la novela, eso es el libro, que no es lo mismo. La idea de
trilogía no me gusta. Es una idea solemne y pretenciosa.
–En las tres novelas hay un espacio ficticio alejado de
la ciudad, que parece invitar a una introspección que
es imposible en la urbe. ¿Qué peso narrativo le otorga
al rol de la naturaleza? En el campo, la montaña y la selva,
que son mis espacios favoritos, hay una atmósfera propicia a la
aventura, a la acción, al juego y a la fantasía. La ciudad es más
bien policial.
–El encierro es otra característica común en buena parte
de su obra, ¿lo asocia al propio acto de escribir? No sé,
hay gente que escribe en bares. Una vez, hace muchos años, lo
vi a Dalmiro Sáenz escribiendo en la playa. Caminaba por la
orilla, con los pies en el agua, iba y venía, muy bronceado, con
una libretita en una mano y un lápiz en la otra. Puede haber
sido una actuación. Puede haber sido un rapto de inspiración
incontenible. Yo necesito estar en mi casa, solo y en silencio.
–La distancia pone en perspectiva la asimetría afectiva,
¿lo considera así? Eso parece suceder en las tres novelas que
mencionás. Alguien huye de algo, alguien se aleja de algo que, sin
embargo, está más presente que nunca en el lugar al que llega.
–En las novelas aparecen acciones en apariencia banales
que cobran una tensión significativa, ¿qué importancia
otorga usted a los detalles? Una importancia fundamental.
Lo que un personaje hace, sus actos, son intermediarios entre
lo que siente y lo que piensa, pero los detalles son los que le
dan vida. Un solo detalle puede darle más vida que el registro
de toda su historia personal.
–El humor también está presente, aunque a veces descoloca
por lo bizarro de sus planteos. ¿Cómo lo trabaja?
El humor se me impone, no es algo que busque. Así que no
lo trabajo. Y si lo trabajo es en contra, a veces para atenuarlo,
a veces directamente para eliminarlo. Lo bizarro, como decís,
es otro asunto. Yo pienso más bien en el absurdo, que puede
resultar cómico o terrible.
–El hecho de ser guionista, ¿influye en algo a la hora de
plasmar una historia? No, para nada. Son cosas totalmente
distintas. Incluso son distintos el guion de cine y el guion
televisivo. Ninguno de los dos tiene prosa, pero el de televisión
es directamente aire.
–¿Piensa en términos estrictamente literarios o también
considera los alcances cinematográficos o teatrales de
sus historias? Pienso en términos estrictamente literarios.
Es cierto que con varias de mis novelas y relatos se hicieron
películas, pero yo no participé en la confección de ninguno de
esos guiones, excepto en uno, en la versión para cine que se
hizo en Brasil de mi novela Era el cielo. Al principio es muy
desconcertante hacer de tu propia obra la versión de otro.
Hay que quitar cosas que a uno le gustan, agregar cosas que
uno detesta, y señalar caminos nuevos a personajes que antes
de dar un paso se dan vuelta y te miran azorados, con la boca
abierta. Después, en algún momento, todo se convierte nada
más que en un trabajo y uno llega al final sin grandes contratiempos,
sabiendo que la novela sigue firme en su lugar.
–Ha trabajado con diversos lenguajes y en distintas disciplinas
artísticas, incluida la música y la plástica, ¿qué
es lo que motiva esta búsqueda? Son trabajos que hago con
amigos. Desde muy chico hice música, dibujé y pinté, solo y
a mi manera, por supuesto, y siempre con mucho placer, por
encima de todas mis limitaciones. Los Mondongo me invitaron
a dibujar con ellos y fui. Un amigo me propuso una película
y la dirigí. Una tarde me junté con un músico, un pintor, un
director y un escritor y formamos la banda Súper Siempre. Acá
hay que recordar la frase de Picasso: “Yo no busco, encuentro”.
Bueno, yo encontré a mis amigos
©Laura Ortego
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