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TV / SERIES<br />
Big Little Lies<br />
La serie de HBO se ha abierto camino merecidamente<br />
entre el público y la crítica, pues no solo se trata de una<br />
producción de alto nivel sino que además tiene tres atractivos<br />
especiales: un reparto acertadísimo, una narración<br />
impecable y una trama impactante, que descansa fundamentalmente<br />
en cuatro personajes femeninos a quienes<br />
acompañan unos interesantes pero algo desdibujados personajes<br />
masculinos. Big Little Lies nos presenta a cuatro<br />
mujeres que tienen que enfrentarse a la vida de diferentes<br />
formas. Así, Jane Chapman (Shailene Woodley) acaba<br />
de mudarse a Monterrey y huye de un pasado traumático;<br />
Madeline (Reese Witherspoon), en cambio, trata de<br />
ser la madre perfecta, pero para ello ha renunciado a una<br />
carrera propia, de la misma manera en que lo ha hecho<br />
Celeste (Nicole Kidman). Mucho más independientes<br />
son Bonnie (Zoë Kravitz) y Renata (Laura Dern),<br />
pues las dos tienen un espíritu emprendedor, aunque<br />
desde perspectivas casi opuestas. Si bien Madeline lleva<br />
casi todo el peso de la trama, Celeste va cobrando mayor<br />
protagonismo: Nicole Kidman compone un personaje<br />
duro y complejo, quizás el que más evoluciona. Era claro<br />
que el enigma en el centro de Big Little Lies era lo menos<br />
interesante en la ficción escrita por David E. Kelley,<br />
pero sorprende gratamente el descubrir que su resolución<br />
es cualquier cosa menos “de manual”. Su adaptación del<br />
best seller de Liane Moriartry traslada la historia, que<br />
originalmente sucede en Australia, a la costa californiana<br />
de Monterrey. Puede que no vivamos allí y que nuestras<br />
casas no se parezcan a las de esas mujeres, pero lo cierto<br />
es que nuestras relaciones no son tan diferentes. Con tan<br />
solo una temporada, esta producción ya se ha vuelto de<br />
culto por contener un retrato de la violencia intrafamiliar<br />
pocas veces visto.<br />
The Fosters<br />
POR LAURA BERTI<br />
Esta serie también ha sido muy bien aceptada por la crítica<br />
y la audiencia, pues desde el minuto cero propone una<br />
alternativa. La protagonista, Callie (Maia Mitchell),<br />
es una adolescente un poco delincuente y muy protectora<br />
de su hermano, que sale de una prisión juvenil para ir a su<br />
enésima casa de acogida, la de los Foster. Esa nueva familia<br />
está compuesta por una pareja de lesbianas (Teri Polo y<br />
Sherri Saum) con tres hijos: el mayor, Brandon (David<br />
Lambert), fruto de un matrimonio anterior de una de las<br />
madres; y los otros dos, mellizos latinos adoptados, Jesús y<br />
Mariana (Jake T. Austin y Cierra Ramírez). En cada<br />
episodio se introducen temas de la realidad del siglo XXI,<br />
con una naturalidad difícil de encontrar en televisión. Muchas<br />
ficciones han tenido la misión de retratar la sociedad y<br />
despertar cierta crítica social, pero este caso, por el contrario,<br />
es un llamado a la tolerancia. Si bien refleja las injusticias<br />
cometidas sobre “marginados sociales”, casi toda la<br />
trama gira en torno a la idea de que la familia no es solo de<br />
sangre, que el amor se manifiesta en múltiples formas y que<br />
ayudar a quien lo necesita tiene su recompensa. The Fosters<br />
terminará en 2018, en su quinta temporada, y el final hará<br />
las veces de introducción para su spin-off.<br />
Música<br />
alternativa<br />
La Charo<br />
reviviendo voces<br />
POR Agustina Zabaljáuregui<br />
La Charo es el primer trabajo solista de Charo Bogarín,<br />
la multifacética artista formoseña conocida por ser la mitad<br />
del dúo Tonolec, que desde hace trece años mezcla folklore<br />
argentino y música electrónica. Charo no solo es compositora,<br />
cantante y actriz, también se dedica a investigar la música<br />
folklórica y a difundirla con su particular tono de voz. “Mi<br />
trabajo con la música es antropológico, me gusta investigar<br />
culturas, conocerlas y darlas a conocer para que los argentinos<br />
nos interioricemos en nuestra historia. Una historia que no<br />
comenzó en los barcos”, nos cuenta. Pero el afán por mantener<br />
esas melodías fuera de las garras del olvido y en los oídos del<br />
presente es también, para Charo, una forma de contacto con<br />
su propia identidad. “Descubrí que tenía una identidad oculta.<br />
Me enteré de que en la zona del Guayra, donde se ubicaba<br />
este subgrupo de los guaraníes, vivía mi tatarabuelo, el cacique<br />
Guayraré. Su hija, Flor Guayraré, se mezcló con un criollo y<br />
ahí comenzó el mestizaje. Yo soy la tercera generación, vendría<br />
a ser como una princesita Guayraré”, resume con entusiasmo.<br />
En este disco Charo extiende su territorio, viaja por Latinoamérica<br />
y suma voces e historias de mujeres que se aúnan con la<br />
suya. Como por arte de magia el sonido confluye en un mismo<br />
río formando una sola voz, una sola mujer y una sola tierra.<br />
El primer tema nos pone de cara al origen: “Sumaj Pachamama”<br />
es un canto en lengua quechua compuesto por la boliviana<br />
Luzmila Carpio. Entre otras melodías rescatadas en el disco<br />
se encuentra el maravilloso lamento de la mexicana Lhasa<br />
De Sela, “Por eso me quedo”. También hay un hallazgo de la<br />
compositora y folcloróloga tucumana Leda Valladares. La<br />
canción se llama “Dueño no tengo”, y es una fotografía musical<br />
y nostálgica del paisaje y la soledad del norte argentino. Charo<br />
no sólo rescata voces femeninas sino también historias. En<br />
“Quiela”, un tema de su autoría, cuenta la vida de Angelina<br />
Beloff, una pintora rusa que fue la primera mujer de Diego<br />
Rivera. Juntos vivieron en Montparnasse durante quince<br />
años, tuvieron un hijo que falleció de pequeño debido a una<br />
enfermedad respiratoria, y finalmente el pintor la abandonó<br />
para volver a su México natal, donde conocería a Frida.<br />
Charo también comparte un fragmento de su propia historia<br />
en la canción “En mi voz de paloma”, allí su padre y su madre<br />
entablan un diálogo imaginario acerca del sueño de una<br />
patria grande unida por un canto libertario y un profundo<br />
clamor popular. Su padre, Pancho Bogarín, fue congresal<br />
nacional de la provincia de Formosa y fue desaparecido por<br />
la junta militar de Videla, razón por la cual Charo tuvo que<br />
mudarse a Chaco junto a su hermana y su madre.<br />
Charo Bogarín despierta en La Charo fantasmas y relatos<br />
que parecían olvidados, y los atraviesa con su propia identidad.<br />
Por momentos parece un trabajo arqueológico, donde se<br />
mezclan lo ancestral y lo moderno, el homenaje y la creación,<br />
logrando así que corran melodías por las venas de la tierra<br />
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