_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal
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que hagamos de el<strong>la</strong>s. En cuanto entramos en posesión de un determinado<br />
bien, automáticamente <strong>le</strong> atribuimos más valor, y nuestro disgusto por perder,<br />
pongamos por caso, cien euros es mayor que nuestra satisfacción cuando<br />
ganamos <strong>la</strong> misma cantidad de dinero. Por lo general, preferimos que <strong>la</strong>s<br />
cosas sigan como están, incluso si con ello no salimos ganando nada.<br />
Y, por encima de todo, en muchas situaciones anteponemos el bienestar de<br />
los demás al nuestro propio. Incluso si con ello salimos perdiendo.<br />
Las personas rea<strong>le</strong>s dejamos propina en un restaurante, aunque no<br />
tengamos <strong>la</strong> intención de volver nunca al mismo. El hombre económico no lo<br />
hace; dado que <strong>la</strong> camarera no va a poder vengarse metiéndo<strong>le</strong> una mosca en<br />
<strong>la</strong> sopa, el hombre económico prefiere guardarse su dinero y se va sin<br />
siquiera pensar en ello.<br />
Las personas rea<strong>le</strong>s estamos, por reg<strong>la</strong> general, dispuestas a cooperar. El<br />
hombre económico solo lo hace cuando con ello sa<strong>le</strong> ganando. No <strong>le</strong> importa<br />
si se da <strong>la</strong> circunstancia de que l<strong>le</strong>va una ventaja injusta en una determinada<br />
situación; lo único que <strong>le</strong> importa es ganar.<br />
Al resto de nosotros, eso sí nos importa.<br />
También nos importa el factor humano; si regateamos cara a cara con una<br />
persona, si <strong>la</strong> miramos a los ojos, disfrutaremos de más consideración.[3] Al<br />
hombre económico <strong>le</strong> trae sin cuidado. Todas <strong>la</strong>s situaciones son <strong>la</strong> misma:<br />
un intercambio entre personas que fríamente calcu<strong>la</strong>n su beneficio, sin<br />
contexto, sin entorno. Las cosas son b<strong>la</strong>ncas o negras, y se reducen a una pura<br />
competición.<br />
La realidad, sin embargo, muestra que no somos individuos raciona<strong>le</strong>s y<br />
egoístas. Tanto los hombres como <strong>la</strong>s mujeres, tanto los niños como los<br />
adultos, tanto los jóvenes como los mayores. A menudo somos considerados;<br />
a menudo nos sentimos confundidos; a menudo observamos un<br />
comportamiento abnegado; a menudo nos preocupamos; a menudo tenemos