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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

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perfecto para ref<strong>le</strong>xionar acerca de cómo los seres humanos actuarían si no<br />

estuvieran inmersos en un determinado entorno. La mayoría de los modelos<br />

económicos estándar se dedican a hacer precisamente eso. «Ceteris paribus»,<br />

salmodian en <strong>la</strong>tín los profesores de economía; es decir, «siendo <strong>la</strong>s demás<br />

cosas igual», o «permaneciendo el resto constante».[5] Es necesario ais<strong>la</strong>r una<br />

so<strong>la</strong> variab<strong>le</strong> dentro de un modelo económico que abarca variab<strong>le</strong>s múltip<strong>le</strong>s.<br />

De lo contrario no sirve de nada. Los economistas más avezados siempre han<br />

sido conscientes de los prob<strong>le</strong>mas que p<strong>la</strong>ntea este enfoque, a pesar de lo cual<br />

este continúa definiendo <strong>la</strong>s bases de lo que significa «pensar como un<br />

economista». Hay que simplificar el mundo para poder hacer predicciones<br />

acerca del mismo; y, siguiendo <strong>la</strong> este<strong>la</strong> de <strong>Adam</strong> Smith, se ha optado por<br />

simplificarlo exactamente de esa manera.<br />

En <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, Robinson Crusoe crea con rapidez un sistema económico.<br />

Realiza intercambios comercia<strong>le</strong>s a pesar de que no hay dinero en <strong>la</strong> is<strong>la</strong>; <strong>la</strong>s<br />

mercancías adquieren su valor en función de <strong>la</strong> demanda.<br />

El principio de que el valor de cambio viene determinado por <strong>la</strong> demanda<br />

sue<strong>le</strong> explicarse recurriendo a otra historia, también de náufragos.<br />

Imaginemos dos hombres en una is<strong>la</strong> desierta; uno tiene un saco de arroz y<br />

el otro, doscientas pulseras de oro. En tierra firme, habría bastado una so<strong>la</strong> de<br />

esas pulseras para comprar el saco de arroz, pero estamos en una is<strong>la</strong> desierta,<br />

donde el valor de <strong>la</strong>s mercancías cambia.<br />

El dueño del saco de arroz podría perfectamente exigir todas <strong>la</strong>s pulseras a<br />

cambio de una so<strong>la</strong> ración. Podría incluso negarse en redondo a cualquier tipo<br />

de intercambio. Porque ¿qué va a hacer con una pulsera de oro en una is<strong>la</strong><br />

desierta? A los economistas <strong>le</strong>s encanta contar este tipo de historias, con <strong>la</strong>s<br />

que creen haber descubierto algo increíb<strong>le</strong>mente profundo acerca del<br />

comportamiento del ser humano.<br />

Sus modelos estándar casi nunca se p<strong>la</strong>ntean que, a lo mejor, dos náufragos

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