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_Quien le hacia la cena a Adam - Katrine Marcal

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mediados de los años veinte. Las perspectivas de futuro distaban de ser<br />

ha<strong>la</strong>güeñas. Pero John Maynard Keynes era optimista.<br />

Las libras robadas por Francis Drake aumentaron de valor porque <strong>la</strong> reina<br />

Isabel había sabido cómo invertir<strong>la</strong>s bien. Keynes creía que un mecanismo<br />

simi<strong>la</strong>r sería capaz de resolver los prob<strong>le</strong>mas económicos del siglo XX. Con<br />

solo que invirtiéramos bien nuestros recursos, estos se multiplicarían. Gracias<br />

al interés compuesto, un siglo más tarde nadie se vería ya obligado a pasar<br />

hambre.[3]<br />

Los prob<strong>le</strong>mas económicos del mundo tenían solución. Podíamos y<br />

debíamos dejarlos atrás, hasta que no fueran más que un mal recuerdo. Las<br />

viviendas en ma<strong>la</strong>s condiciones, <strong>la</strong> escasez de alimentos, <strong>la</strong> falta de atención<br />

médica, <strong>la</strong> pobreza, <strong>la</strong> desesperanza, el hambre; todo eso sería en su día cosa<br />

del pasado.<br />

La solución se l<strong>la</strong>maba «crecimiento económico». Si lográbamos que <strong>la</strong><br />

economía creciera, el ser humano podría dejar de preocuparse, al menos en<br />

Europa y Estados Unidos. Según los cálculos de Keynes, nos iría tan bien<br />

que, en principio, incluso podríamos permitirnos dejar de trabajar y<br />

dedicarnos, en cambio, al arte, <strong>la</strong> poesía, los valores espiritua<strong>le</strong>s, <strong>la</strong> filosofía;<br />

a disfrutar de <strong>la</strong> vida y contemp<strong>la</strong>r los «lirios del campo», como decía<br />

Keynes.<br />

El crecimiento era el medio; los lirios del campo, el fin.<br />

En 1930, cuando John Maynard Keynes desarrol<strong>la</strong>ba por escrito estas ideas<br />

en su casa de Bloomsbury, Londres, parecía inevitab<strong>le</strong> que el ser humano<br />

tuviera que organizar su vida en torno al mercado. Se veía, pura y<br />

simp<strong>le</strong>mente, como <strong>la</strong> única manera posib<strong>le</strong> de resolver los prob<strong>le</strong>mas<br />

materia<strong>le</strong>s del mundo; por desgracia, porque muchas de <strong>la</strong>s cosas que el<br />

mercado traía consigo eran, a juicio de Keynes, bastante desagradab<strong>le</strong>s, por

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