Revista Central

NOTA DE TAPA
¿Esto es algo en lo que creías siempre o lo
empezaste a sentir después de que Romina
falleció?
Siempre creí y creo en Dios. Pero tampoco
quiero que el camino que me mostró mi hija
haya sido en vano. Ella no se debería haber ido.
Si es por la naturaleza me debería haber ido yo,
pero se fue ella y me mostró un camino que no
puedo desperdiciar. Me dejó esta enseñanza de
sacarle drama a la muerte. O sea, yo quiero
vivir todo lo que pueda, pero sé que mi hija me
espera y cuando me muera, me voy a reencontrar
con ella, y eso es maravilloso. Cuando ella
se murió, yo sólo me repetía: “la perdí”. Tres
días antes de que falleciera, estuvimos hablando
muchas horas y a lo último, cuando nos
despedíamos, me dijo que me quería contar
algo. “¿Estuvimos cinco horas juntos y ahora
que me voy me decís?”, le pregunté. Ella me
respondió: “Yo te llamo y vamos a tomar algo
así te lo cuento”. No llegó a contarme eso, pero
a los cuatro días de que falleció tuve un sueño
tan nítido, algo que nunca había vivido, como
una película. Los dos íbamos a la misma
terapia. Ella estuvo 17 años en esa terapia hasta
que murió y yo 14. Cuando fui a la terapia conté
ese sueño y (la terapeuta) me preguntó si ella
no me había dicho que me quería contar algo.
“Te lo contó, te vino a visitar”, me dijo. Ella me
contó qué era lo que Ro me quería decir y todo
coincidía con el sueño. Volví a mi casa y me
dije: “No la perdí, está en otro plano”. A partir
de ahí recibí mensajes, señales, cosas maravillosas
que me han pasado en todos estos años.
Y puedo decir con absoluta seguridad que la
vida es una maravilla, hay que disfrutarla. Lo
dice alguien que pasó por el dolor más grande
de su vida.
“Vivaro”
Yankelevich resalta que tiene una
conexión especial con Romina,
incluso tras su muerte. “Creo que no
le pasa a cualquiera, pero todos los
que quisieran que les pase, si están
abiertos van a recibir señales de sus
seres queridos. Abiertos es estar
atentos”, sostiene. Y como prueba,
cuenta que hace un tiempo hizo un
viaje espontáneo, por tres días, para
estar con uno de sus nietos que se
había ido a estudiar a Londres,
aunque implicaba un sacrificio. Tras
un viaje agotador, muy largo, con
escalas y demoras, mientras viajaba
en el remís hasta el hotel, vio algo que
lo impactó y lo emocionó. “Cuando
paró en un semáforo, miré para
adelante y vi algo que yo no sabía ni
que existía: una chapa inglesa que
decía algo que me atrapó”, cuenta y
muestra una foto que sacó con su
celular donde se lee “Vivaro” en el
auto de adelante. En un nuevo viaje a
Londres buscó esa chapa pero no la
volvió a ver. “Esto es estar atento y
abierto, no sólo me puede pasar a mí”,
asegura. “Es como si tuviera un
diálogo permanente con ella, siempre
está”.
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