En un lugar no revelado en Londres, el bullicio empieza a crecer. En una bodega cavernosa de 6,000 m2, contratistas ponen fervorosamente los toques finales a un gigantesco escenario que se asemeja a… Mejor no decimos. Los presentadores ensayan rutinas en una increíble recreación de las callejuelas de… Realmente, olvídalo. Un hombre que luce sospechosamente parecido a Daniel Craig camina entre ellos, escaneando cabizbajo su entorno. Barbara Broccoli, productora de los filmes James Bond, lo estudia. Esta escena pudo o no haber sucedido; no podemos decirte, pues la primera regla de Secret Cinema es: no le digas a nadie. La segunda regla es: sumérgete. Esto es lo que cientos de miles de personas han hecho en los 12 años de vida de Secret Cinema. Es un compromiso brindado con una promesa: pagas más que un cine típico para ver una película vieja. Te dicen qué vestir y dónde encontrarse a cierta hora de cierto día. Tienes prohibido traer tu smartphone o tomar fotos. Y para cuando te vas, has vivido una de las experiencias más increíbles de tu vida. Si eso suena como una religión, no es tan diferente. Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos que conocen el secreto y aquellos que no. En 2012, Andrea Moccia presenció Secret Cinema presents <strong>The</strong> Shawshank <strong>Red</strong>emption (Sueño de fuga). El boleto le indicó acudir a una biblioteca en East London, donde fue dirigido hacia una sala improvisada. “El juez te sentenciaba por un crimen que no habías cometido”, recuerda. “La policía te metía en una van con vidrios polarizados que te llevaba a una escuela transformada en prisión, donde los miembros del público te gritaban. Te quitaban la ropa, te ponían un uniforme de preso y te encerraban en una celda. Esa noche me fui pensando: ‘Esta gente está loca y necesito trabajar con ellos’”. Actualmente, él es uno de los productores principales de Secret Cinema. “La primera producción donde trabajé fue Brazil”, dice Moccia. “El primer día, entro al edificio de 12 pisos que transformaron para esta distopía y en el elevador estaba su director, Terry Gilliam. Ese fue mi bautizo de fuego”. Esa es una frase apta para cualquiera que haya experimentado su primer Secret Cinema, una aventura de seis horas en la que entras en una recreación del universo de un filme con una narrativa que se desenvuelve hasta alcanzar un clímax en el momento exacto en que el filme comienza. El año pasado, cuando Secret Cinema adaptó la película de Baz Luhrmann de 1996, Romeo + Juliet –recreando hasta el entorno de Verona Beach para un público de 5,000 personas por noche, con coros, patrullas y una fiesta de enmascarados en la mansión Capuleto–, el director del filme lo describió como “toda una nueva forma de arte”. Ese arte involucra lo que Secret Cinema llama “momentos espejo”, donde los intérpretes recrean escenas en sincronía perfecta con lo que sucede en pantalla. Antes de ello, el público puede encontrar a estos personajes en su aventura. “Uno de mis amigos en Romeo + Juliet me envió un mensaje de texto diciendo que había unas chicas persiguiendo al actor que interpretaba a Leonardo DiCaprio y lloraban porque parecía tan real”, dice Susan Kulkarni, directora de vestuario en Secret Cinema. “Fue como: ‘Lo logramos’, puesto que ese fue el sentimiento que tuve de adolescente cuando vi el filme”. Para un evento del tamaño de Romeo + Julieta, ella tuvo un equipo de más de 30 que trabajaron en 700 atuendos en rotación. “Los actores tienen dos o tres cambios a lo largo de la noche y luego disfrazamos a la gente del bar, de seguridad, incluso de limpieza, puesto que una persona con la ropa incorrecta te saca de ese mundo”. Su equipo debe considerar toda eventualidad: “Creamos un guardarropa de cápsula para cada personaje; si llueve, tienes que imaginar qué otra cosa vestiría Julieta”. Brazil, Croydon “El personaje principal tenía que saltar de una torre y hacer rapel con unas grandes alas”, dice Kulkarni. “Solo tuvimos un par de días para crear las alas. Lo generas conforme se te va ocurriendo”. SECRET CINEMA/HANSON LEATHERBY 34 THE RED BULLETIN
La primera regla del Secret Cinema es no decirle a nadie. La segunda: sumérgete Dr. Strangelove, Printworks London (2016) Esta adaptación de la sátira de 1964 de Stanley Kubrick trajo de vuelta el concepto de no revelar la identidad del filme. El público debía vestirse con uniformes militares y la proyección se llevaba a cabo en un cuarto de guerra. “La idea era crear una cumbre”, dice Riggall. “Hacer que el público se sintiera como un grupo de líderes mundiales”.