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Tú belleza me hacía pedazos
milicos. No repelían a los manifestantes como ahora lo hacen, con estas
impenetrables armaduras tipo robocop que les esconde hasta el alma.
Mario, por su parte, llegó a teniente. Luego hizo la carrera de derecho,
como oficial que fue, y se decantó por lo penal. Decía que en la saturación
del crimen está, en cierta medida, la saturación del mal del mundo. Se
permitía ser un pseudo hombre de ideas libertarias con una manía idealista
e ingenua de ver la justicia. Mario, sin embargo, no podía conciliar
ciertas construcciones de su vida anterior con lo que había aprendido en
Europa, donde se formó. Dentro de esa armadura de prejuicios se debatía
un alma que se auto endilgaba responsabilidades que no le correspondían
y que reprimía ciertas obsesiones con las mujeres. O eso creo
yo. Tan estirado a veces, tan mediocre otras. En realidad, nada le preocupaba
más que tener un buen copete y zapatos finos limpios hermosos.
Una sonrisa de diseño, cuerpo tallado en gimnasio y un automóvil costoso.
Cómo iba yo a entender que esta persona siquiera aceptara que mi
cuerpo no le pertenecía y que, en definitiva, el cuerpo de un ser humano
es un espacio sagrado para la rebelión. Una rebelión que en las mujeres
de ahora, conscientes de su lugar en el mundo, se precipita a diario. El
cuerpo de una mujer es un campo de batalla inseguro siempre, le decía
yo a menudo porque sigo páginas feministas donde aprendo estas cosas.
Por eso sé que mi cuerpo, mi espacio simbólico y político, jamás peleará
esa batalla, la que él cree que debe ser peleada, la suya, la única válida y
verdadera de la unión eterna. Otra de sus ingenuidades. A pesar de todo,
no lo niego, es un hombre que tiene hecha la vasectomía dos años ya. Y
eso es una lucha justa que sí rescato y celebro de Mario, el ex militar y
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