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Coaching para Dummies

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Si rara vez usas el transporte público, proponte tomar el autobús o el tren todos los días durante una semana y observa lo que ocurre a tu alrededor.

Lee en el periódico local una sección de las que normalmente evitas (deportes, economía, sociedad, la que quieras).

Durante el fin de semana, en lugar de salir a cenar, ve a comer. ¿Percibes alguna diferencia?

Visita el centro comercial y entra en una tienda donde nunca habías estado antes.

Dedica diez minutos a la semana a pensar en ideas como las anteriores que puedas probar durante los siguientes siete días y escoge las que más te

gusten.

Llevar a cabo la mayoría de estas propuestas requiere unos ajustes mínimos en las costumbres habituales. Pronto empezarás a percibir cambios en

la calidad y claridad de tus pensamientos que valdrán la pena; además, disfrutarás mucho más del día.

Juega con opciones ilimitadas

¿Cómo puedes emplear las ideas de este capítulo para empezar a trazar un mapa que te lleve a alcanzar tus metas para conseguir una vida plena? En primer

lugar, tenlas presentes. Puedes expresarlas como un deseo planteado (véase el capítulo 8) que abarque todo o como un planteamiento que se refiera a un

aspecto específico de tu vida. Considera el siguiente deseo:

Quiero ser un empresario con talento y éxito, capaz de producir el capital que me permita proporcionar a mi familia el estilo de vida que

todos deseamos.

En esta etapa, el deseo planteado no es una meta tangible porque no está suficientemente detallado. En todo caso, se trata de un buen intento que abarca

algunos de los valores esenciales en tu motivación. Si tienes un deseo firme como el enunciado, ya sabes que existen muchas opciones para alcanzar el

resultado. Para decidir las opciones que vas a tomar debes convertir ese deseo planteado en una meta concreta.

A continuación se presentan cuatro etapas en el proceso de generar opciones a partir de un deseo planteado:

1. ¿Qué es posible?

Recuerda que debes tener una actitud de “sí, y…” y no de “sí, pero…” (consulta la sección “Evita el juego de “sí, pero…” en este capítulo). Permítete aceptar

que, para ti, casi todo es posible si te lo propones y trabajas con ahínco utilizando tus recursos. Piensa en las distintas maneras de cumplir con cada uno de tus

deseos. Puede servirte pensar en grandes categorías:

La opción más rápida. ¿Estás casi seguro de que podrías conseguir un ascenso en el trabajo? Esta opción puede ser llamativa debido a que

presenta un alto nivel de certeza.

La opción que te da más miedo. ¿La perspectiva de crear una empresa propia te produce temor a pesar de que ves los beneficios que

obtendrías? A veces el temor puede llegar a ser la adrenalina que te motive.

La opción más difícil. ¿Crees que puedes buscar un ascenso y al mismo tiempo establecer una pequeña empresa a la que te dediques los fines de

semana? Puede ser la opción más difícil porque tendrías que esforzarte para encontrar el tiempo necesario para conseguirlo. También puedes ver esta

posibilidad como el enfoque que puede aportarte mayores beneficios.

La opción más arriesgada. Puedes pensar en la opción de invertir en bienes inmuebles, acciones o títulos. Quizá te parezca una opción atractiva

debido a su alto potencial de retribución.

La opción más emocionante. ¿Qué tal la idea de vender tu casa e irte a otro país donde puedas ganar más dinero? Puede ser una opción

llamativa si también ves beneficios en cuanto al nuevo estilo de vida que llevaría tu familia.

Cada una de estas opciones tiene ventajas y desventajas. ¿Qué significan para ti la seguridad, la dificultad, el riesgo o la emoción? ¿Qué impacto puede tener

cada una de estas opciones en otras metas de tu vida? ¿Qué factores debes tener en cuenta (por ejemplo, responsabilidades y compromisos, condiciones de

vida)? Mantén la actitud “sí, y…” a medida que consideres estas opciones. A veces puedes preguntarte “¿qué pasa si…?” Tu coach interior (capítulo 1) sabe

qué preguntas debes hacerte para evaluar estas opciones de forma realista y segura.

2. ¿Qué soy capaz de hacer?

Considera los pensamientos que te vienen a la mente a medida que analizas tus opciones. ¿Conoces tus capacidades o surgen ideas que te limitan y

entorpecen el proceso? Si piensas “yo no podría hacer eso”, pregúntate por qué razón; ¿nunca lo has hecho y crees que puedes fallar, o tal vez esa opción

entra en conflicto con un valor importante para ti?

3. ¿Quién puede ayudarme?

A medida que analices tus opciones, piensa en las personas que conoces y que podrían ayudarte en tus planes. ¿Cómo podrían apoyarte para que sigas

adelante?

4. ¿Dónde puedo encontrar más información?

¿Dónde hay lagunas en tus conocimientos o habilidades que te impidan ver el camino apropiado para cada opción? ¿Dónde y cómo llenar esos vacíos?

¿Necesitas buscar en internet, leer un libro o unirte a un grupo de apoyo?

Después de considerar estos cuatro factores, estás preparado para reestructurar tu deseo. Hazlo contando con todas las opciones que hayas generado, de

manera que puedas establecer una comparación. Enuncia tu planteamiento en presente para que veas la meta aún más próxima:

Soy un empresario con talento y éxito, que produce el capital necesario para proporcionar a mi familia el estilo de vida que todos deseamos.

Voy a lograrlo esforzándome por conseguir un ascenso importante en mi trabajo actual y estableciendo al mismo tiempo las bases para

formar una empresa propia.

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