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PARTO, ALIMENTACIÓN Y NAHUATL

En este artículo se incluyen testimonios de venerables ancianas y ancianos (huehues) del pueblo originario de Tzapotitlan. Se incluyen relatos sobre la atención étnica del embarazo y el parto. Se presentan recetas de los platillos rituales de la gastronomía chinampera. Así como un glosario de la variante del náhuatl que se hablaba en el pueblo de Santiago Tzapotitlán de la Ciudad de México, todavía a la mitad del siglo pasado.

En este artículo se incluyen testimonios de venerables ancianas y ancianos (huehues) del pueblo originario de Tzapotitlan. Se incluyen relatos sobre la atención étnica del embarazo y el parto. Se presentan recetas de los platillos rituales de la gastronomía chinampera. Así como un glosario de la variante del náhuatl que se hablaba en el pueblo de Santiago Tzapotitlán de la Ciudad de México, todavía a la mitad del siglo pasado.

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aceite calentado, con el fin de “determinar la posición del feto para que así la<br />

comadrona lo pueda manipular externamente si no está en posición normal y para<br />

facilitar el parto”. Lewis considera que el calor y el masaje calientan a la criatura y<br />

aflojan para que salga con facilidad. El autor registra pocas o ninguna restricción de<br />

dieta en el poblado morelense. Cuando en Tepoztlan se temía un mal parto se<br />

acostaba a la paciente sobre un mantón y luego la movían de un lado a otro, también<br />

le frotaban la espalda con vinagre o con una tortilla vieja mojada en el agua de<br />

nixtamal (Lewis 1951). El mal parto inducido o aborto, era muy común en Tepoztlan,<br />

aunque también era desaprobado. Cosminsky (1977: 315) analizó 22 sociedades<br />

mesoamericanas y encontró que, en 17 de ellas, la posición arrodillada o agachada<br />

es la preferida para parir. A menudo la mujer se apoya en un mantón o cuerda colgada<br />

del techo, también el marido la toma por debajo de los brazos para ayudarla a pujar.<br />

La autora (Cosminsky 1977: 318) considera que el amarrar con una faja o una atadura<br />

abdominal alrededor de la cintura de la mujer, es una práctica casi universal en<br />

Mesoamérica para impedir que la placenta suba. Así dice se evita el debilitamiento<br />

de la espalda y que se extiendan los huesos, lo que podría causar hemorragias<br />

posteriores. En Tepoztlan, la placenta se entierra debajo del hogar, porque de quedar<br />

en otro sitio se le hincharía la cara al niño, o si se la comiera un perro la madre podría<br />

morir. Se creía que el cordón umbilical puede remediar males oculares.<br />

Acostumbraban a lavar los ojos del recién nacido con jugo de limón y podían darle<br />

un purgante con aceite de castor. En Tepoztlan, después del parto se daban masajes<br />

para estimular el “fluir de la sangre” y “limpiar a la mujer”. Se consideraba que la<br />

faja es necesaria para “arreglar la matriz”. También se acostumbraba a dar un baño<br />

tibio a la madre en el temazcal.<br />

Prejuicios del modelo médico hegemónico ante el parto tradicional<br />

Aunque, entre el 60 y el 80% de los bebés que nacían en el mundo hasta 1981, eran<br />

atendidos por parteras tradicionales según un estudio de la Johns Hopkins University

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