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Conchillas Patrimonio Vivo

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y también se cerró. La muchachada se iba toda, muchos se fueron<br />

a Buenos Aires, otros para Colonia a trabajar en Sudamtex. Así que<br />

en <strong>Conchillas</strong> quedaron los jubilados. Me acuerdo de que una vez me<br />

dijeron: «<strong>Conchillas</strong> va a ser un pueblo fantasma». Y algo de razón<br />

había en esa afirmación.<br />

La década de 1950 siguió su curso y, antes de llegar al final, Carlos<br />

Roselli —uno de los trabajadores de las canteras— compró los<br />

arenales de la zona. La empresa Roselli Exportaciones S. A. retomó<br />

la explotación para exportar la arena a Buenos Aires. Pese a que<br />

la prosperidad no llegó jamás a alcanzar los niveles de las décadas<br />

de la empresa británica, se generaron nuevos puestos de trabajo.<br />

De todos modos, el estudio de Brum y Lezama afirma que durante<br />

esos años «la localidad pasó a ser concebida como foco de<br />

emigración más que de inmigración». Según datos del Instituto<br />

Nacional de Estadística, <strong>Conchillas</strong> pasó de tener 3.149 habitantes<br />

en 1908 a tener 825 en 1968.<br />

Es cierto que muchos se fueron, pero algunos se quedaron. Entre los<br />

que decidieron permanecer en <strong>Conchillas</strong> estaba don Thomas Walker,<br />

que por entonces se había casado con María Elena Acosta, hija del<br />

comisario del pueblo y viuda de Edgar Evans, sobrino de don David.<br />

La pareja vivía en una estancia a pocos kilómetros de <strong>Conchillas</strong>,<br />

la misma donde se había instalado Walker padre tiempo después<br />

de llegar al territorio oriental. En 1959 Walker y Acosta dejaron<br />

su casa para que, como era su costumbre, se le hiciera el<br />

mantenimiento anual. Cuando regresaron se encontraron con que<br />

su hogar no se parecía en nada a lo que era cuando lo dejaron. Según<br />

las versiones de la época, el techo de la casa estaba lleno de hojas<br />

de pino; al querer retirarlas para poder pintarlo, uno de los obreros<br />

utilizó un soplete. Las hojas se prendieron fuego rápidamente<br />

e incendiaron el resto de la casa de madera.<br />

La historia oral de <strong>Conchillas</strong> cuenta que cuando Walker se enteró<br />

de la noticia, sin perder la compostura, preguntó si sus perros<br />

estaban bien. Cuando volvió y vio cómo había quedado todo, le dijo<br />

a su mujer: «Sobre estas cenizas construiremos nuestra nueva casa».<br />

Así fue como se tiraron abajo las paredes de piedra y se contrató<br />

al arquitecto Miguel Ángel Odriozola para que edificara una casa<br />

de ladrillos y tejas, mucho más parecida al estilo de construcción<br />

norteamericana.<br />

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