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Primero están los datos. Y los datos —fríos, muy fáciles de olvidar—<br />
dicen que en <strong>Conchillas</strong> viven 401 personas; en Pueblo Gil, 309;<br />
en Radial Hernández, 294; en el puerto, 60, y en la zona rural, otras<br />
tantas. Los números dicen también que las coordenadas geográficas<br />
del pueblo son 34° 13' 29" de latitud sur y 58° 03' 03" de longitud<br />
oeste; que este centro poblado pertenece a la 7. a Sección Judicial<br />
de Colonia y que fue reconocido como tal en 1954; que se encuentra<br />
a 50 kilómetros de la capital del departamento, a 40 kilómetros<br />
de la ciudad de Carmelo, y que desde Radial Hernández hasta<br />
el puerto hay una distancia de 14 kilómetros.<br />
Los datos dicen pero no hablan, no cuentan, no recuerdan. Así que<br />
después están las voces —a veces disonantes, otras veces en coro— que<br />
se ocupan de narrar la historia de un pueblo que se gestó con una épica<br />
propia. El relato de <strong>Conchillas</strong> no es uno más, no es uno del montón.<br />
En su narrativa —que ya tiene más de 130 años desde aquel punto<br />
en que alguien decidió empezar a contarla— hay una empresa<br />
que sentó las bases de una compañía que fue pueblo o viceversa,<br />
una tierra rica en recursos y privilegiada en ubicación, personajes<br />
memorables, el naufragio de un barco llamado Sophia y un<br />
sobreviviente muy admirado y muy querido, cinco locomotoras<br />
con nombres en dos idiomas —Ruiz de los Llanos, Parish, Chavarría,<br />
Thorton y Gogland—, luz eléctrica en un territorio recóndito, casas<br />
que no se parecen a ningunas otras, momentos de bonanza y otros<br />
de intensas tempestades, lugares de una belleza suave y poética,<br />
tonos cobrizos y amarillos que lo tiñen todo cuando el sol se<br />
empieza a ir en las tardecitas de otoño, apellidos que se reconocen<br />
fácilmente en territorio europeo, un sentimiento de orgullo que<br />
abraza a una comunidad entera, decenas de particularidades propias<br />
de una zona que creció de espaldas al resto del país y muy conectada<br />
con dos grandes capitales: Buenos Aires y Londres.<br />
<strong>Conchillas</strong> cuenta sus mil y una memorias a través de su gente<br />
y también a través de sus muros macizos y centenarios. Entre los<br />
relatos orales, las fotografías gastadas, los documentos que fueron<br />
pasando de mano en mano, algunos tesoros familiares, Internet, los<br />
archivos que se digitalizaron y papeles que se recuperan en remates,<br />
se va hilvanando la historia. Aparecen muchas narraciones únicas,<br />
pero la mayoría de las veces hay un hilo conductor que es común<br />
y que empieza siempre igual: los ingleses llegaron para hacer el puerto<br />
de Buenos Aires. Y en esa frase, tan simple y tan concreta, está el<br />
núcleo de las primeras décadas de <strong>Conchillas</strong>. El corazón que hizo que<br />
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