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como tendencias generalizadas esencialistas
de organización del mundo, y
en ellos se valora siempre una de las
dos partes en detrimento de la otra
(Ávila, 2013).
Imagen: Cortesía de Thomaz Satuye
de inferioridad y las personas negras
somos situadas como más cercanas
a lo animal. La autora Aph Ko (2019)
usa el término “racismo zoológico”
para referirse a las nociones de animalidad
utilizadas en el proceso de racialización.
Prueba de ello también lo
son los trabajos forzados de personas
negras esclavizadas en los que tenían
que desempeñar tareas de “bestias
de carga”. Dentro de la noción de lo
“salvaje”, aquello que se percibe como
salvaje debe ser dominado y domesticado.
Esto aplica para las existencias
humanas y no humanas. Así, tanto
animales no humanes como personas
indígenas y negras solo podían ser
objeto de subordinación dentro del
colonialismo. Desde finales del siglo
XIX ha habido zoológicos humanos
en los que se traían gente indígena
o afrodescendiente para ser exhibida
como espectáculo a personas blancas
En el primer binarismo, lo blanco se
sitúa por encima de lo negro y en el
segundo lo humano está sobre lo
Afroveganismos y Afroanimalidades
animal, pero, además, es importante
destacar que “lo humano” siempre
ha tenido rostro blanco. Dentro de
El afroveganismo surge como una
la supremacía blanca, la animalidad
lucha antirracista y por la liberación
constituye una categoría simbólica
animal desde la experiencia de la comunidad
negra con sus saberes, pre-
66 (Putnam, 2012). También, las perza”
como mero recurso para ser explo-
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sonas afrodescendientes frecuentemente
recibimos insultos racistas que
apelan a animalizarnos (mono, gorila,
simio, entre otros).
Aunque en culturas originarias negras
e indígenas también existía y existe el
consumo de animales, las perspectivas
y dinámicas culturales que mediaban
las relaciones con lo “no-humane”
solían ser radicalmente diferentes a la
noción colonial (Sena et al., 2014).
Además, la colonización le agrega una
connotación racial a lo “animal” como
una justificación para brutalizar y dominar
a otras existencias “diferentes”
(Ko, 2019). En contraste, dentro de
espiritualidades de matriz africana, la
presencia de seres animales y plantas
tiene un valor importante en la esfera
de la existencia y estos seres interactúan
con dioses y humanes (Sena et
al., 2014). Esa noción de la “naturale-
tado y generar riquezas no está presente
en muchos pueblos. Se dice que
para el Candomblé (religión de matriz
africana) no hay una clara separación
entre el mundo humano, sobrenatural
y biofísico; estos están sostenidos por
vínculos de continuidad entre las tres
esferas (Escobar, 2005; Sena et al.,
2014). Los seres vivos y no vivos, e inclusive
lo sobrenatural, no se perciben
como dominios distintos y separados,
ni como esferas opuestas a la naturaleza
y a la cultura. Más bien, las relaciones
sociales abarcan más que a seres
humanes, y los símbolos, rituales
y prácticas se diferencian del modelo
moderno capitalista (Escobar, 2005).
ocupaciones e inquietudes. Desde la
reflexión afrovegana también se plantea
que la producción y el consumo no
son fenómenos ni cultural ni políticamente
neutros, ya que están inmersos
dentro de formas de pensar el mundo
y una historia muy específica. Se problematiza
cuáles son las élites que se
ven favorecidas con la explotación de
animales no humanes y del resto del