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to de autorrealización, sino que, por
el contrario, recae en un dispositivo
antropocéntrico que manifiesta la relación
de poder, dominación y sometimiento
que mantenemos con todos
los seres que consideramos inferiores.
Este prospecto de humano es, en realidad,
un fracaso de nuestro grupo de
mujeres y hombres colonizados epistemológicamente
que, al pensarse en
sumisión ante los que se autodenominaron
civilizados, buscaron ese ideal
de humanidad bajo la consolidación
de la religión cristiana medieval y
evangelizadora del mundo, la cual
determinaba quién era hijo de Dios
o quién no a partir de sus diferencias
racionales y raciales, que podían
reconocerse por la similitud o no con
ciertos animales. Quienes menos se
parecieran a los animales eran aquellos
que podían entrar en el ámbito
de la razón, es decir, aquellos quienes
podían tener ánima o alma y que, por
ello, encajaban en ese grupo mal llamado
de los “humanos”.
A partir de un criterio determinista y
moderno sobre la esencia del hombre
y de la mujer, se afirma la noción de
animal racional como aquel sujeto
que tiene la facultad de los principios
o lo que equivale a la capacidad natural
de tener razón. Capacidad que ha
sido negada a los animales solo por
un prejuicio de superioridad, ya que
es evidente, en algunos casos, que
los animales tienen comportamientos
y actitudes que caben dentro de
lo “racional”, teniendo en cuenta que
sus acciones conllevan la lógica de la
naturaleza y que, en este caso, su finalidad
es la supervivencia como especie.
Pero el mito de la modernidad nos
hizo creer que quienes están por fuera
de ese ideal normativo de razón, es
decir, quienes no tienen la capacidad
Como se mencionó en
la primera parte, todo
proceso de liberación
también es un proceso
de humanización,
porque busca orientarnos
hacia el proyecto
que, como grupo de
hombres y mujeres,
debemos emprender
por el bien de todos los
seres que habitamos el
planeta.
o facultad de los principios, son animales
salvajes que se pueden domesticar,
esclavizar y civilizar si es el caso.
La potenciación de las cualidades que
nos hacen ser-humanos en verdad
constituye la emancipación de los
animales de la explotación por parte
de nuestro grupo y la superación del
ego que actúa conforme a la posición
del animal como víctima u oprimido.
Un proyecto de auténtica humanización
constituye en realidad un paso
hacia el no-especismo. Esto también
significa que para que se vean efectos
coherentes en nuestras sociedades es
necesario que hagamos cambios en
nuestra vida y en nuestros entornos
más próximos. Estos cambios, más
que dirigirse hacia un activismo cíclico,
implican ejercicios pedagógicos
que transformen nuestros pensamientos
dentro de los límites que determinan
la comprensión de las causas de
la explotación animal y el porqué de la
ignorancia e indiferencia de una parte
de la población civil. Si hablamos de
la urgencia de erradicar actitudes que
discriminan a otros seres por ser de
una especie diferente, es importante
también evaluar esas actitudes de
discriminación hacia otras personas
o individuos de nuestro propio grupo
que, por su acondicionamiento cultural,
caen en acciones especistas con
los animales.
El proyecto de humanización implica
un cambio, el cual representa la novedad
en este proceso de liberación. Se
trata de reconstruir nuestra historia a
partir del abandono de los procesos
de domesticación que hemos llevado
a cabo con varias especies y con individuos
de nuestro grupo, los cuales,
en consecuencia, han devenido en esclavitud,
mala vida y mala muerte. Se
trata de suspender y reflexionar acerca
de nuestros prejuicios respecto a la superioridad,
entendida como sinónimo
de poder, autoridad y dominio sobre
el otro. Finalmente, debemos intentar
proyectar relaciones que inviten a los
individuos a orientarse a decidir y ac-
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