dos siglos: música y músicos del merengue - Claro
dos siglos: música y músicos del merengue - Claro
dos siglos: música y músicos del merengue - Claro
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />
350<br />
anotar lo siguiente: Luis Alberti está circunscrito mayormente al círculo estrecho<br />
de los altos jefes militares y civiles. Su radio de acción se enmarca<br />
dentro de las esferas gubernamentales, sustentado por una admiración sin<br />
reservas, vigilado desde las alturas (si la expresión es permitida) en cuanto a<br />
la preservación de su invariable sistema de tocar, suave, sobrio, sin estridencias<br />
ni complicadas sugerencias para el bailador, ¡es la peligrosa clientela suya!<br />
Impresionante resulta todavía recordar aquellas noches de fiesta en el Centro<br />
de Recreo de Santiago. Alberti al frente de su tropa de <strong>músicos</strong>, to<strong>dos</strong><br />
caballerosos, se divisa en el elevado balcón, lugar asignado para las orquestas<br />
en el mencionado centro. Los salones sociales de entonces, comúnmente ofrecían<br />
a las orquestas su piano, unas veces en buen estado, otras en condiciones<br />
horrorosas. Esta situación daba lugar a que algunas orquestas de prestigio,<br />
como la que nos ocupa, transportaran a duras penas su propio piano, aunque<br />
pequeño y «sordo», pero aceptablemente afinado. Alberti tocaba tan suave,<br />
que hasta los solos ejecuta<strong>dos</strong> en aquel mini-piano, sin micrófonos, podían<br />
ser escucha<strong>dos</strong> sin esfuerzo. Asimismo, la voz de «tercio pelo» de Marcelino<br />
Plácido, portando una especie de megáfono en las manos, llenaba cómodamente<br />
el amplio salón, con canciones como la que particularmente recordamos,<br />
Humo en los ojos.<br />
Las polémicas callejeras se multiplicaban, entre comparaciones y argumentos<br />
valederos para cada grupo. Alberti no aparecía por televisión, cierto;<br />
las orquestas de la Voz Dominicana, por su parte, estaban a la orden <strong>del</strong><br />
día a través de la pantalla chica, actividad entonces recién inaugurada en el<br />
país. Luis Alberti, por el contrario, destellaba solo en los salones de sociedad<br />
y mayormente, en su cuartel general, instalado en el Patio Español <strong>del</strong><br />
Hotel Jaragua.<br />
Las otras <strong>dos</strong> grandes orquestas <strong>del</strong> Palacio Radio-Televisor, «Angelita» y<br />
«Melódica», presentaban más o menos el mismo esquema, en parte por la<br />
existencia de un cuerpo de arreglistas encabezado por Radhamés Reyes Alfau<br />
y Bienvenido Bustamante, quienes, complementa<strong>dos</strong> por otros, producían<br />
ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />
351<br />
<strong>música</strong> para todas las agrupaciones a la vez, lo que vino a resultar en cierta<br />
homogeneidad entre unas y otras, exceptuando los arreglos que cada director<br />
escribía para su respectiva formación. Ñiñí Vásquez cantaba los <strong>merengue</strong>s<br />
con la «Melódica» y Crucito Pérez con la «Angelita», ambos, consuma<strong>dos</strong><br />
<strong>merengue</strong>ros.<br />
Alberti permaneció como orquesta principal en el Patio Español durante<br />
una década. De súbito, sin nadie esperarlo ni creerlo, comenzó a circular el<br />
rumor de que sería sustituido. En principio, la opinión generalizada era que,<br />
antes de que esto sucediera, Trujillo lo impediría, tratán<strong>dos</strong>e de su protégé. El<br />
maestro y sus <strong>músicos</strong> habían ido a residir a San Cristóbal desde Santiago por<br />
insinuación <strong>del</strong> gobernante, recibiendo ciertos beneficios (nunca los que merecía),<br />
y a costa de tocar muchas veces de gratis, bajo presiones y humillaciones.<br />
El retiro de la orquesta <strong>del</strong> Hotel Jaragua se consumó, para sorpresa de<br />
to<strong>dos</strong>, sin que jefe alguno interviniera. El señor José María Nouel, administrador<br />
<strong>del</strong> lugar, extendió sin penas la carta de cancelación, trayendo en su<br />
lugar a Antonio Morel y su «Orquesta Antillana».<br />
Qué factor tan importante determinó la salida <strong>del</strong> maestro Alberti, ha sido<br />
la pregunta que se han hecho sus admiradores, y muchos aún sin serlo, hasta<br />
el día de hoy. Una de las múltiples conjeturas, se cifra en lo siguiente: el<br />
establecimiento comenzó a traer desde los Esta<strong>dos</strong> Uni<strong>dos</strong> unos vistosos espectáculos<br />
de baile, forma<strong>dos</strong> por numerosas y atractivas mujeres. Estos grupos<br />
coreográficos de entonces, a diferencia de los actuales, viajaban sin su<br />
acompañamiento musical, dependiendo de los <strong>músicos</strong> locales para sus actuaciones.<br />
A Luis Alberti, como orquesta de planta, le correspondió enfrentarse<br />
a una <strong>música</strong> agitada, con complejidades y continua, casi sin respiro, incluyendo<br />
sorpresivos solos de piano, resultando todo lo anterior en verdaderas<br />
inconveniencias para una orquesta ajustada a un tipo de <strong>música</strong> meramente<br />
bailable y sin mayores complicaciones. El maestro, ante esta situación, comenzó<br />
a valerse de un pianista de La Voz Dominicana para que subrepticiamente<br />
se escapara de aquel recinto y viniera a encargarse de los menciona<strong>dos</strong>