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dos siglos: música y músicos del merengue - Claro

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DOBLE PÁGINA<br />

ANTERIOR:<br />

BALLET FOLKLÓRICO<br />

DOMINICANO.<br />

ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />

428<br />

fael («Prima dulce») Peguero, Negro Maíza («Boca de tiza») y Pedro «Chinito»<br />

González. Entre los actuales sobresalen, José Lucía (hijo de «Prima<br />

Dulce») y Juan de la Cruz («Johnny Chocolate»).<br />

A la tambora, como elemento central <strong>del</strong> <strong>merengue</strong>, le ha sido respetado<br />

su lugar dominante desde su aparición hasta la reciente década, cuando manos<br />

osadas comenzaron a rondar los predios de su reinado con propósitos de<br />

abolición. La inclusión de las tumbadoras en los <strong>merengue</strong>s, asunto de interminable<br />

debate, vino a ser un mero elemento de apoyo, que, aunque innecesario,<br />

no causó mayores daños, exceptuando las instancias de ahogamiento,<br />

asunto de fácil solución cuando se desea, y control cuando es posible. Mas, las<br />

amenazas reveladas desde el arribo de la nueva centuria, se convierten en<br />

propuestas peligrosas con tintes de eliminación.<br />

Recientemente, aunque con rastros anteriores, hemos escuchado grabaciones<br />

de grupos populares reemplazando el toque de la tambora con un redoblante<br />

o caja, instrumento de uso preferente en bandas militares y orquestas sinfónicas;<br />

la reemplazante fórmula rítmica ha sido llamada por los «dolientes», <strong>músicos</strong><br />

de profesión en su mayoría, ritmo de «batón ballet», por su exacta semejanza<br />

con éste. El peligro de estas ocurrencias reside en la alegría y entusiasmo con<br />

que son recibidas por los grandes públicos, así como la excitación que produce<br />

en los predios por donde campea la comercialización discográfica.<br />

Pero, la historia no termina todavía. Mucho más reciente, al momento<br />

quizás en que esto se escribe, tiene lugar en los estudios de grabación de Santo<br />

Domingo, así como en otros lugares en el exterior, la realización de producciones<br />

realmente para quedar estupefactos, siempre bajo el nombre de «<strong>merengue</strong>».<br />

La <strong>música</strong> en cuestión, es una verdadera carrera desbocada a una<br />

velocidad de crucero de 190 a 200 bpm (beats per minute), entiéndase por<br />

ello, unidades rítmicas por minuto. Un <strong>merengue</strong> cómodo para bailar, tendría<br />

en los años sesenta, unos 110 bps, que por cierto es la velocidad oficial <strong>del</strong><br />

Himno Nacional, para dar una idea. Cuando el <strong>merengue</strong> fue acelerado entre<br />

los años de 1970-80, alcanzó la marca de 130-140 bpm. Más a<strong>del</strong>ante, con la<br />

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429<br />

llegada de los noventa, 150 bpm era ya cosa normal, sin que dejaran de llover<br />

las protestas, y se tornaran las personas adultas y conservadoras hacia los<br />

grupos más tranquilos (Los Paymasí y otros).<br />

El resultado de todo este «olimpismo», se resume en la incapacidad de la<br />

tambora, el piano, la misma güira y el bajo, de adherirse al «click» impuesto.<br />

Se llama «click» o metrónomo, en lenguaje de estudios, a un sonido semejante<br />

al «tic» de un reloj, el cual es prefijado por el director o arreglista, con<br />

la velocidad deseada, a la cual tienen que ceñirse los <strong>músicos</strong>.<br />

Para concluir, en razón de las nuevas y altísimas velocidades requeridas<br />

por los también nuevos productores y magnates <strong>del</strong> disco, la tambora, (y aquí<br />

vamos), ha de reestructurar su patrón o fórmula, cuando no, cambiar de instrumento<br />

con el fin de permanecer en el trabajo.<br />

Nuevas incursiones y novedades en cuanto a la tambora podrían llegar en<br />

el curso de los presentes años. Otras ya están en uso. No se sorprenda el lector<br />

al observar en la televisión al tamborero de un conjunto típico hacerse colocar<br />

un timbal, y con el mismo alternar el uso de su instrumento, utilizando<br />

patrones no propios de nuestro ritmo. Tampoco se sorprenda si la inclusión<br />

causa buena acogida e incita al baile ante determinado público.<br />

Estas ocurrencias aplicadas a la tambora criolla, son la tónica de estos inicios<br />

de Siglo XXI. De vuelta atrás, exactamente a media<strong>dos</strong> de la década de los ochenta,<br />

una orquesta de gran penetración popular, introdujo un estilo en base a patrones<br />

diferentes a los usuales, aunque de existencia ya conocida. La orquesta de los<br />

«Hermanos Rosario», apoyán<strong>dos</strong>e en las ideas de su tamborero, Tony Rosario,<br />

puso en marcha lo que se ha llamado «<strong>merengue</strong> a lo maco», singular forma de<br />

tocar el instrumento, con la cual se sustituye el viejo y tradicional estilo, o como<br />

le llaman los <strong>músicos</strong>, «<strong>merengue</strong> derecho». El nombre de esta variación, sin<br />

embargo, se debe al siempre recordado «Catarey» (Juan M. Andujar), quien además<br />

de bautizarlo, contribuyó a su desarrollo y divulgación, junto a Juan de la<br />

Cruz («Chocolate») y José Lucía, reconoci<strong>dos</strong> maestros <strong>del</strong> instrumento. El estilo<br />

«a lo maco» es definitivamente el golpe oficial <strong>del</strong> <strong>merengue</strong> de hoy.

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