dos siglos: música y músicos del merengue - Claro
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ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />
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separadas donde se escriben las notas, como las palabras, tienen sus acentos<br />
naturales en determina<strong>dos</strong> puntos. El desplazamiento de estos acentos a diferentes<br />
lugares dentro <strong>del</strong> compás, crea tensión y gracia en la línea melódica.<br />
Las personas no avezadas en estos asuntos de índole más bien técnicos, comprenderán<br />
mejor si lo asimilamos al lenguaje hablado. Sólo como ejemplo,<br />
imaginemos que al conversar desplacemos el acento tónico de una sílaba a<br />
otra en forma continua o alternadamente, mediante previo cálculo; sólo de<br />
imaginarlo se crearía un efecto sonoro, si bien díscolo, no exento de curiosa<br />
perplejidad en el interlocutor. Así es como se define una <strong>música</strong> sincopada.<br />
En efecto, la <strong>música</strong> transcurre sobre valores numéricos de carácter intangible<br />
que sólo se tabulan en la mente <strong>del</strong> que los maneja. El músico, tal como especificó<br />
el filósofo y matemático alemán Leibniz, no es más que un matemático inconsciente,<br />
puesto que divide y subdivide, maneja valores en el tiempo al momento<br />
que los ejecuta, con el mismo automatismo que camina, habla o ríe. Estos valores<br />
están a la vez sujetos a una gama de matices, variedad de acentos y no-acentos,<br />
puntuaciones y silencios, tanto más cuando se trata de expresiones autóctonas.<br />
Toda la gracia de nuestra <strong>música</strong>, así como la de otros países <strong>del</strong> área, está<br />
determinada por la síncopa; y estos contrastes sucesivos, minúsculos en el<br />
ritmo y la melodía, son el elemento determinante de la sensualidad inherente<br />
a la misma. Cuando una bailadora cimbrea y contorsiona su cuerpo al compás<br />
de un <strong>merengue</strong>, un son, o bien la <strong>música</strong> <strong>del</strong> Brasil (obsérvense los espectáculos<br />
callejeros de ese país en carnaval), ritmos de la misma estirpe, no es más<br />
que la respuesta a una excitación de tipo sensual en términos de soni<strong>dos</strong>, en<br />
función y consecuencia de la herencia étnica correspondiente.<br />
Esta excitación de marras, puede llegar a concitar diferentes tipos de respuestas<br />
en el sujeto receptor, pudiendo alcanzar niveles de extremo desenfreno,<br />
rayano en la vulgaridad. En cuanto al <strong>merengue</strong>, muy en particular, vino a<br />
ponerse en boga en determinada época de su accidentada historia, un provocativo<br />
estilo de bailar bautizado explícitamente como, «baile-ventaja», consistente<br />
en un acercamiento corporal de connotaciones eróticas al compás de<br />
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figurajes musicales muy en consonancia con las figuras bailables. De acuerdo a<br />
la transmisión oral de la época, termina uno por concluir, que, en parte, Ulises<br />
Francisco Espaillat y sus diatribas contra <strong>del</strong> <strong>merengue</strong>, no dejaban de tener<br />
asidero en alguna forma, sobre todo proviniendo de un hombre de su talla,<br />
ascendencia y formación, aunque su error consistiera en rechazar un hecho ya<br />
bien difundido, aceptado y bien establecido, propugnando por su abolición.<br />
Lo anterior trae a la memoria la <strong>música</strong> romántica, el bolero antillano, aunque<br />
en sentido muy diferente. En principio los cantantes de boleros así como los<br />
norteamericanos y su <strong>música</strong>, ofrecían unas interpretaciones «blanquecinas» e<br />
insípidas, sobre melodías exentas de todo contenido emocional, dependiendo<br />
únicamente de sus «aflautadas» voces. Con el tiempo, surgió una nueva tendencia<br />
al imprimir atractivos colores de sensibilidad al canto <strong>del</strong> bolero. Nació entonces<br />
un diferente y sugestivo estilo bajo el nombre de feeling creado por los<br />
atrevi<strong>dos</strong> intérpretes <strong>del</strong> norte, iniciadores <strong>del</strong> mismo. A este respecto, muchos<br />
de los estudiosos de esta materia le han asignado a Louis Amstrong la bandera de<br />
pionero de la tal modalidad. Amstrong comenzó a «jugar» con los tiempos y las<br />
frases, logrando trasmitir a su audiencia un diferente mensaje por medio de un<br />
canto expresivo, en libertad y penetrante a la vez. A partir de ese momento, las<br />
mentalidades racistas comenzaron a argüir que tal estilo se trataba de un giro<br />
creado por los negros, y sólo para ellos. Pero el asunto no se detuvo allí; por el<br />
contrario, comenzó a despertar interés terminando Bing Crosby por adoptarlo,<br />
causando revuelo e influencia entre otros. Frank Sinatra se hizo maestro de aquel<br />
canto sugestivo, sensual, persuasivo y desenvuelto en el tiempo (de la <strong>música</strong>)<br />
mientras en Latinoamérica la cantante mexicana Toña la Negra, entre otros,<br />
hacía lo mismo. Al arribar a este punto, no puede uno menos que recordar la<br />
precisa y coincidente definición <strong>del</strong> maestro español Hilarión Eslava: «Música<br />
es el arte de bien combinar los soni<strong>dos</strong> y el tiempo». Eso es exactamente lo que<br />
se entiende por feeling: el arte de interpretar una canción, manejando el tiempo<br />
y la melodía de tal manera que despierte un particular estado emocional en<br />
quien la recibe, y en especial donde tiene su asiento la sensualidad humana.