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dos siglos: música y músicos del merengue - Claro

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ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />

386<br />

salones <strong>del</strong> país. Música, letra y baile de corte campesino que alegre y victorioso<br />

serpentea por los meandros más populares <strong>del</strong> pueblo; mientras que, por<br />

esos recintos, no se vislumbra el menor vestigio de lo que es un piano ni<br />

mucho menos un pianista. Desde entonces y quizás hasta los tiempos presentes,<br />

aquí, como en París, poseer un piano es asunto de familias con los recursos<br />

económicos propios de la clase media-alta; y llegar a obtenerlo, es condición<br />

sine-qua-non para llegar a tocarlo siquiera aceptablemente.<br />

Con estos argumentos en vista, uno concluye por descartar toda posibilidad<br />

de relación entre el piano y el <strong>merengue</strong> en sus albores. Mientras tanto,<br />

sigamos el curso sinuoso de nuestra <strong>música</strong>, e iremos descubriendo como bajo<br />

la tutela <strong>del</strong> tiempo, nuestro monárquico instrumento desciende de sus palacios<br />

y se abraza amoroso con la típica tambora y su hermana la güira.<br />

Los pianistas de las orquestas llamadas de salón, aquellos que tenían la<br />

posibilidad, se servían un acordeón-piano cuando de un <strong>merengue</strong> se trataba.<br />

Ejemplo de ello es Luis Alberti, Rafael Arzeno en Puerto Plata, Primitivo<br />

Santos en Santiago, y otros. El acordeón-piano todavía subsiste como el más<br />

aceptable recurso para sustituir el piano y a la vez emular el sonido <strong>del</strong> acordeón<br />

típico. Esta emulación viene a ser sin embargo una salida de emergencia,<br />

reconociendo que el sofisticado instrumento no se asemeja en lo más<br />

remoto al usual de nuestra <strong>música</strong> típica.<br />

Ahora, preguntará el lector, ¿dónde residía la razón esencial de no usar el<br />

piano en los <strong>merengue</strong>s? En principio, un asunto de volumen: un piano no<br />

tiene la capacidad sonora para competir con 3 trompetas, 1 trombón, 3 ó 4<br />

saxofones, más tambora y güira; sin mencionar el contrabajo, de igual sonido<br />

escaso, pero con más posibilidades de hacerse escuchar por la inherente<br />

penetración de sus frecuencias. Otro argumento que no podemos soslayar,<br />

es aquel que corresponde al patrón exacto que podría seguir el piano en<br />

conjunción con los demás en la orquesta. Otra vez tenemos que recurrir al<br />

omnipresente factor tiempo, preponderante elemento en el devenir de la<br />

<strong>música</strong> de los pueblos.<br />

ENTRE DOS SIGLOS: MÚSICA Y MÚSICOS DEL MERENGUE<br />

387<br />

Durante los años cuarenta residió en Puerto Plata el pianista y compositor<br />

vegano Enriquillo Sánchez contratado por don Luis Pelegrín para actuar<br />

en sus negocios de entretenimiento (emisoras de radio, salones de baile en<br />

la playa, etc.). Sánchez era ya un veterano músico, habiendo tomado parte<br />

en la fundación de las orquestas en La Voz <strong>del</strong> Yuna de Bonao, estación de<br />

radio propiedad de Petán Trujillo. En cierta ocasión, fue preguntado el pianista<br />

por un curioso joven estudiante sobre cuál sería la función <strong>del</strong> piano<br />

en la orquesta durante un <strong>merengue</strong>. He aquí transcrita su explícita y demostrativa<br />

respuesta:<br />

Más a<strong>del</strong>ante en la misma década, La Voz <strong>del</strong> Yuna se trasladó a la capital<br />

para convertirse en la Voz Dominicana; se formaron nuevas orquestas dando<br />

lugar a la importación de expertos directores musicales, pianistas cubanos<br />

casi to<strong>dos</strong>. El <strong>merengue</strong> comenzó entonces a cambiar de dirección, tornán<strong>dos</strong>e<br />

más internacional en cuanto forma y estilo. Aconteció entonces, que los<br />

nuevos pianistas comenzaron a inquirir sobre cuál sería la adecuada forma de<br />

tocar el piano en el <strong>merengue</strong>, ritmo desconocido para ellos. En Cuba, junto<br />

a las orquestas grandes de la época, existían los llama<strong>dos</strong> conjuntos o sonoras<br />

forma<strong>dos</strong> por 3 o 4 trompetas, no saxofones, cantantes, percusión y piano,<br />

(este último asume la responsabilidad de suplir la falta de saxofones). Las<br />

guaracha cubana, como el <strong>merengue</strong>, arriba a una segunda parte o clímax,

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