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Los secretos de la mente millonaria

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imposible. ¿Cómo puedes ser algo que desprecias profundamente?

Es increíble comprobar el resentimiento e incluso la absoluta rabia que mucha

gente pobre alberga hacia los ricos. Como si creyesen que éstos los hacen pobres.

“Anda, es que es así, los ricos se han llevado todo el dinero de forma que no queda

nada para mí.” Por supuesto, éste es el perfecto discurso de una víctima.

Quiero contarte una anécdota, no para quejarme, sino simplemente para relatar

una experiencia del mundo real que tuve con este principio. En los viejos tiempos,

cuando estaba, digámoslo así, económicamente bloqueado, conducía un verdadero

cacharro. Nunca tenía problemas en el tráfico para cambiar de carril; casi todo el

mundo me cedía el paso. Pero cuando me hice rico y me compre un magnífico y

flamante jaguar negro, no pude sino advertir cómo cambiaban la cosas: de pronto,

empezaron a cortarme el paso y a veces, para colmo, me levantaban el dedo. Incluso

llegaron a arrojarme cosas, todo por una razón; que conducía un jaguar.

Un día, por Navidad, iba conduciendo por un barrio de la parte baja de San

Diego, entregando pavos para una sociedad benéfica. Llevaba el techo corredizo

abierto y advertí detrás de mi a cuatro individuos mugrientos encaramados en la parte

de atrás de una furgoneta. De pronto, empezaron a jugar al baloncesto con mi coche,

intentando meter latas de cerveza por mi techo corredizo. Cinco abolladuras y varios

arañazos profundos más tarde, me adelantaron gritando: “¡Rico cabrón!”.

Por supuesto, me figuré que se trataba de un incidente aislado, hasta que sólo dos

semanas después, en un barrio distinto de la parte baja, aparqué el coche en la calle y

regresé a él antes de que hubiesen pasado diez minutos, para descubrir que me habían

rayado todo el costado.

La vez siguiente que fui a esa zona de la ciudad alquilé un Ford Escora y,

milagrosamente, no tuve ni un solo problema. No estoy insinuando que en los barrios

más pobres hayan malas personas, pero, por mi experiencia, si parecen estar, desde

Luego, repletos de gente a quien le molestan los ricos. Quién sabe, tal vez sea algo

parecido a lo del huevo y la gallina; ¿es porque están en la ruina por lo que les

molestan los ricos, o es porque les molesta la gente rica por lo que están en la ruina?

En lo que a mí respecta, ¿qué importa? Da lo mismo. ¡siguen siendo pobres!.

Es fácil hablar de que no te molesten los ricos, pero, dependiendo del humor en

que te encuentres, caer en la trampa puede sucederle a cualquiera. Incluso a mi. Hace

poco estaba cenando en mi habitación del hotel, aproximadamente una hora antes de

salir a escena para impartir una sesión vespertina del Seminario Mente Millonaria.

Puse la tele para ver como iban los marcadores deportivos y me encontré con que

estaban echando Oprah. Aunque no soy un gran fan de la televisión, me encanta

Oprah: esa mujer ha influido de forma positiva sobre más personas que casi nadie en

el planeta y, por consiguiente, se merece cada centavo que tiene... ¡y más!

Estaba entrevistando a la actriz Halle Berry. Hablaban de que Halle acababa de

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