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Constructores de Otredad - Facultad de Ciencias Sociales - UBA ...

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las relaciones homosexuales, que llaman poéticamente tamindige<br />

kihandige, es <strong>de</strong>cir, “el amor mentira”. Esas relaciones<br />

son frecuentes entre los jóvenes y se <strong>de</strong>sarrollan con<br />

una publicidad mucho mayor que las relaciones normales.<br />

Los participantes no se retiran al matorral como los<br />

adultos <strong>de</strong>l sexo opuesto. Se instalan cerca <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las fogatas<br />

<strong>de</strong>l campamento bajo la mirada divertida <strong>de</strong> los vecinos.<br />

El inci<strong>de</strong>nte da lugar a bromas, generalmente discretas.<br />

Esas relaciones son consi<strong>de</strong>radas infantiles y casi no<br />

se les presta atención. Queda por saber si esos ejercicios<br />

van hasta la satisfacción completa o si se limitan a efusivida<strong>de</strong>s<br />

sentimentales acompañadas <strong>de</strong> juegos eróticos, tales<br />

como los que caracterizan, en amplia medida, las relaciones<br />

entre cónyuges.<br />

Las relaciones homosexuales sólo son permitidas entre<br />

adolescentes que se encuentran en la relación <strong>de</strong> primos<br />

cruzados, es <strong>de</strong>cir en las que uno <strong>de</strong> ellos está normalmente<br />

<strong>de</strong>stinado a ser el esposo <strong>de</strong> la hermana <strong>de</strong>l otro, a la<br />

que, por lo tanto, el hermano sirve provisionalmente <strong>de</strong><br />

sustituto. Cuando uno pregunta a un indígena acerca <strong>de</strong><br />

los contactos <strong>de</strong> ese tipo; la respuesta es siempre la misma:<br />

“Son primos (o cuñados) que se hacen el amor”. En la<br />

edad adulta, los cuñados siguen manifestando una gran libertad.<br />

No es raro ver dos o tres hombres, casados y padres<br />

<strong>de</strong> familia, paseándose por la noche, tiernamente abrazados.<br />

Sea lo que fuere con respecto a estas soluciones <strong>de</strong> reemplazo,<br />

el privilegio poligámico que los hace necesarios representa<br />

una concesión importante que el grupo hace a su<br />

jefe. ¿Qué significación tiene para este último? El acceso a<br />

jóvenes y lindas muchachas le ocasiona una satisfacción no<br />

tanto física (por razones ya expuestas) como sentimental.<br />

Sobre todo, el matrimonio poligámico y sus atributos específicos<br />

constituyen el medio puesto por el grupo a disposición<br />

<strong>de</strong>l jefe para ayudarlo a cumplir sus <strong>de</strong>beres. Si estuviera<br />

solo, difícilmente podría hacer más que los otros.<br />

Sus mujeres secundarias, liberadas <strong>de</strong> los servicios propios<br />

<strong>de</strong> su sexo por status particular, le prestan asistencia y lo<br />

confortan. Ellas son la recompensa <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y al mismo<br />

tiempo su instrumento [...].<br />

Capítulo XXXVIII: “Un vasito <strong>de</strong> ron” 2<br />

[...] Ninguna sociedad es perfecta. Todas implican por<br />

naturaleza una impureza incompatible con las normas<br />

que proclaman y que se traduce concretamente por cierta<br />

dosis <strong>de</strong> injusticia, <strong>de</strong> insensibilidad, <strong>de</strong> crueldad. ¿Cómo<br />

evaluar esta dosis? La investigación etnográfica lo<br />

consigue. Pues si es cierto que la comparación <strong>de</strong> un pe-<br />

2 En: Tristes trópicos. op.cit. 388-390.<br />

82<br />

Capítulo 2. La construcción <strong>de</strong>l otro por la diversidad<br />

queño número <strong>de</strong> socieda<strong>de</strong>s las hace aparecer muy distintas<br />

entre sí, esas diferencias se atenúan cuando el<br />

campo <strong>de</strong> investigación se amplía. Se <strong>de</strong>scubre entonces<br />

que ninguna sociedad es profundamente buena; pero<br />

ninguna es absolutamente mala; todas ofrecen ciertas<br />

ventajas a sus miembros, teniendo en cuenta un residuo<br />

<strong>de</strong> iniquidad cuya importancia aparece más o menos<br />

constante y que quizás correspon<strong>de</strong> a una inercia específica<br />

que se opone, en el plano <strong>de</strong> la vida social, a los esfuerzos<br />

<strong>de</strong> organización.<br />

Esta frase sorpren<strong>de</strong>rá al amante <strong>de</strong> los relatos <strong>de</strong> viajes<br />

que se emociona frente al recuerdo <strong>de</strong> las costumbres “bárbaras”<br />

<strong>de</strong> tal o cual población. Sin embargo, esas reacciones<br />

a flor <strong>de</strong> piel no resisten a una apreciación correcta<br />

<strong>de</strong> los hechos y su reubicación en una perspectiva ampliada.<br />

Tomemos el caso <strong>de</strong> la antropofagia, que <strong>de</strong> todas<br />

las prácticas salvajes es la que nos inspira más horror y <strong>de</strong>sagrado.<br />

Se <strong>de</strong>berá, en primer lugar, disociar las formas<br />

propiamente alimentarias, es <strong>de</strong>cir, aquellas don<strong>de</strong> el apetito<br />

<strong>de</strong> carne humana se explica por la carencia <strong>de</strong> otro alimento<br />

animal como ocurría en ciertas islas polinesias.<br />

Ninguna sociedad está moralmente protegida <strong>de</strong> tales<br />

crisis <strong>de</strong> hambre; el hambre pue<strong>de</strong> llevar a los hombres a<br />

comer cualquier cosa: el ejemplo reciente <strong>de</strong> los campos <strong>de</strong><br />

exterminación lo prueba.<br />

Quedan entonces las formas <strong>de</strong> antropofagia que se<br />

pue<strong>de</strong>n llamar positivas, las que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> causas místicas,<br />

mágicas o religiosas. Por ejemplo, la ingestión <strong>de</strong> una<br />

partícula <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> un ascendiente o <strong>de</strong> un fragmento<br />

<strong>de</strong> un cadáver enemigo para permitir la incorporación <strong>de</strong><br />

sus virtu<strong>de</strong>s o la neutralización <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r. Al margen <strong>de</strong><br />

que tales ritos se cumplen por lo general <strong>de</strong> manera muy<br />

discreta –con pequeñas cantida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> materia orgánica<br />

pulverizada o mezclada con otros alimentos–, se reconocerá,<br />

aun cuando revistan formas más francas, que la con<strong>de</strong>nación<br />

moral <strong>de</strong> tales costumbres implica una creencia<br />

en la resurrección corporal –que será comprometida por la<br />

<strong>de</strong>strucción material <strong>de</strong>l cadáver– o la afirmación <strong>de</strong> un<br />

lago entre el alma y el cuerpo con su correspondiente dualismo.<br />

Se trata <strong>de</strong> convicciones que son <strong>de</strong> la misma naturaleza<br />

que aquéllas en nombre <strong>de</strong> las cuales se practica la<br />

consumación ritual, y que no tenemos razones para preferir.<br />

Tanto más cuanto que el <strong>de</strong>sapego por la memoria<br />

<strong>de</strong>l difunto, que po<strong>de</strong>mos reprochar al canibalismo, no es<br />

ciertamente mayor –bien al contrario– que el que nosotros<br />

toleramos en los anfiteatros <strong>de</strong> disección.<br />

Pero sobretodo, <strong>de</strong>bemos persuadirnos <strong>de</strong> que si un<br />

observador <strong>de</strong> una sociedad diferente consi<strong>de</strong>rara ciertos

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