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A_Dos_Metros_de_Ti

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Abro la puerta de mi armario para agarrar una sudadera con capucha,

ponérmela y mirar hacia fuera en la estación de enfermeras para ver si la

costa está despejada.

Ya no hay señales de Barb o de mi madre, pero Julie está en el teléfono

detrás del escritorio, entre la puerta de salida que me llevará directamente

a la única escalera en este edificio que lleva al techo, y yo.

Cierro la puerta silenciosamente, arrastrándome por el pasillo. Intento

agacharme más abajo que la estación de las enfermeras, pero un tipo de

metro ochenta que intenta mantenerse agachado y escabullirse es tan sutil

como un elefante con los ojos vendados. Julie me mira y presiono mi espalda

contra la pared, pretendiendo camuflarme. Sus ojos se estrechan en mí

mientras mueve el teléfono lejos de su boca.

—¿A dónde crees que vas?

Hago la mímica de caminar con mis dedos.

Ella niega con la cabeza, sabiendo que he estado confinado en el tercer

piso desde que me quedé dormido en las máquinas expendedoras en el

Edificio 2 la semana pasada y causé una búsqueda por todo el hospital.

Pongo mis manos juntas, haciendo un gesto de súplica y esperando que la

desesperación que sale de mi alma la convenciera de lo contrario.

Al principio, nada. Su rostro permanece firme, su mirada inmutable.

Luego pone los ojos en blanco, lanzándome una mascarilla antes de

despedirme con la mano hacia la libertad.

Gracias a Dios. Necesito salir de este infierno blanco más de lo que

necesito nada más.

Le guiño un ojo. Al menos ella es realmente humana.

Dejo el ala FQ, empujando para abrir la pesada puerta de la escalera y

subiendo los peldaños de concreto a pesar de que mis pulmones se están

quemando después de un solo piso. Tosiendo, tiro de la barandilla de metal,

paso el cuarto piso y el quinto, y luego el sexto, y finalmente llego a una gran

puerta roja con un gran aviso estampado: SALIDA DE EMERGENCIA. LA

ALARMA SONARÁ CUANDO LA PUERTA SEA ABIERTA.

Saco mi billetera del bolsillo trasero, sacando un dólar bien doblado

que guardo allí para momentos como estos. Levanto la mano y coloco el

billete en el marco del interruptor de alarma para que la alarma no suene,

luego abro la puerta solo un poco y me deslizo a la azotea.

Luego me agacho para colocar mi billetera entre la puerta y la jamba

de manera de que no se cierre de golpe detrás de mí. He aprendido esa

lección de la manera más difícil.

Mi madre sufriría un ataque al corazón si viera que estaba usando la

billetera Louis Vuitton que me regaló hace unos meses como tope de la

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