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El olor de las películas. «Mon manège à moi» *<br />
Juraria que la primera vez que lo vi fue en una película de Herzog, después ha<br />
aparecido en otras muchas ocasiones. Sucedía en un descampado, en un<br />
cementerio de coches o quizas en un lugar que lo recordaba, o tal vez no.<br />
Poco importa.<br />
Cerca de ese paisaje desierto había unas barracas de feria. En una de elias, en<br />
una pequeña cabina similar a la de un peep-show de veinte duros, podíamos<br />
asistir a la angustiosa y cruel danza que ejecutaba una gallina en un espado<br />
delimitada por rígidas cortinas de falso terciopelo e iluminado, cómo no, por<br />
bombillas de luz roja. Sus garras se aferraban, con desigual fortuna, a una<br />
plataforma giratoria, en un vano intento de conseguir cierta estabilidad.<br />
No se había fotografiada el olor del antro. Para mí, siempre sera el de un<br />
coctail de enchiladas, cerveza mexicana y ambientadores en spray.<br />
* Canción de Edith Piaf, traducible por<br />
Mi carrusel, haciendo referenda al torbellino<br />
que vivía con «su hombre».<br />
Carlos Pazos (Barcelona, 1949)<br />
Mon manège ó moi, 1996<br />
Objetos<br />
80 x 75 x 70 cm<br />
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