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Esencia<br />
A diferencia de las imagenes palidas que generalmente llamamos «recuerdo» ,<br />
hay momentos privilegiados en que un perfume, una esencia, nos asalta por<br />
sorpresa, arrancandonos violentamente del lugar y el tiempo que ocupamos<br />
para transportarnos a un lugar escondido, a un tiempo olvidado. La<br />
experiencia nos sacude con la intensidad de una tormenta, y agita en el aire<br />
ante y dentro de nosotros los fantasmas de una habitación perdida, de una<br />
voz, de la luz que ilumina otros rostros, de un aire distinto.<br />
Así, por un instante, tenemos el privilegio de vivir simultaneamente en<br />
tiempos distintos, de ocupar varios lugares a la vez. Desafiamos la tiranía del<br />
presente que nos encadena día tras día y lo relegamos a su justa importancia<br />
en el continuo transito del vivir: la de convertir nuestro deseo en memoria y<br />
nuestro anhelo en nostalgia e imaginación.<br />
Durante esos momentos, la vida se despliega en dimensiones y progresiones<br />
simultaneas y contradictorias. Somos simultaneamente un fuimos y un<br />
seremos. El presente se convierte en el cuerpo del tiempo, en la superficie<br />
tensa y vibrante en que convergen los reflejos de la luz cambiante de los<br />
cielos y la luz densa que empuja desde las profundidades. En ese instante, el<br />
mundo adquiere una corporeidad tan exaltante y rica, tan detallada y precisa<br />
que al pasar nos deja como naufragos, sorprendidos de encontrarnos aún con<br />
vida sobre la misma orilla donde estabamos al partir.<br />
Es extrañamente conmovedor que ese perfume, esa esencia intensa, pasajera<br />
y volatil, que desencadenó la tormenta, no sea sino la llave de acceso a<br />
nuestra memoria, al territorio mas profundo, mas íntimo de nuestra<br />
imaginación. La memoria se siNe de la esencia para lograr hacerse presente,<br />
así como un espíritu puede servirse de cualquier cuerpo para manifestarse,<br />
dejandonos al desvanecerse el gusto amargo y pleno de nuestra propia<br />
mortalidad.<br />
Busco pintar cuadros que sean como esas esencias: caminos de acceso a la<br />
materialidad del tiempo. Quisiera que fueran capaces de extinguirse en el<br />
momento de ser vistos, así como ese perfume que parece desvanecerse,<br />
mientras realmente se ramifica a oscuras, trabajando la profundidad de<br />
nuestra memoria.<br />
Como un perfumista, el abstrador de la alquímia medieval, busco destilar<br />
esencias, encontrar lo que parece haber de mas puro, de mas permanente en<br />
las cosas, el principio que las define y que se me escapa una y otra vez.<br />
Destilar es violentar, agredir la aparente integridad de la memoria, la<br />
integridad del mundo material, es fragmentaria usando la fuerza, es una<br />
forma de crueldad que renuncia al todo en el intento de apoderarse de esa<br />
partícula densa y volatil en que reside el secreto de su ser y su verdad última.<br />
Espero que mis cuadros sean inquietudes, como un déjà-vu, y que con una<br />
violencia contenida asalten a quien los mira, obligandole a buscar dentro de sí<br />
ellugar preciso que reclaman. Que sean de quien, al verlos, los hiciese tan<br />
suyos que sintiera que el pintor ha sido tan sólo el instrumento de quien él,<br />
como espectador, se ha servido para acceder a su propia visión.<br />
Víctor Pimstein (México, D.F., 1962)<br />
Muro de /adri/los, 1995-96<br />
Óleo sobre madera<br />
84 x 74 cm<br />
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