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Coleccionar es una actitud ante la vida. Hay quien colecciona sellos, hay quien colecciona monedas, libros, arte ...<br />
Hay, en fin, quien colecciona de todo, incluso sensaciones, recuerdos o nostalgias. El auténtico coleccionista es un ser compulsiva,<br />
que vive en un mundo extraño a medio camino entre el placer y el desasosiego. Nada le resulta mas grato que<br />
acceder al objeto del deseo, que cobrar la pieza mas esquiva, que llegar a la meta mas lejana. Éstos son, sin embargo, placeres<br />
efímeros, tan breves como el tiempo que tarda en aparecer el desasosiego ante nuevos objetos de deseo, nuevas<br />
piezas, nuevas metas en apariencia inalcanzables.<br />
Para el coleccionista, cada pieza reunida es un cúmulo de sensaciones que va mas alia del propio objeto, de su belleza,<br />
su singularidad, su valor estético, documental o económico. Es un cóctel de todo ello al que hay que añadir los recuerdos<br />
que lleva asociados, las dificultades vencidas para poseerlo, las anécdotas y vivencias generadas durante su búsqueda.<br />
La evocación, el recuerdo, en suma, constituyen un valor fundamental para quien ha reunido con pasión y esmero una<br />
colección. Y esto nos remite a los olores.<br />
En el complejo mecanisme del cerebro humano, pocas cosas son capaces de poner en marcha la memoria como los<br />
olores. De pronto, un aroma, un perfume o una determinada fragancia, emerge entre los muchos que nos arropan sin que<br />
reparemos en ellos y nuestra mente retrocede a velocidad de vértigo hasta otro lugar, otro tiempo, en que esa sensación<br />
olfativa quedó íntimamente ligada a un momento de placer, dolor, alegría, sorpresa ... ¿Quién no posee su colección de<br />
olores particular? Desde los manidos «olor a campo recién llovido» o «bocanadas de jazmín en una noche de verano»,<br />
hasta los mas privados como, en mi caso, el «olor de aquella primera novia» o el de «alubias rehogadas con panceta», que<br />
siempre asociaré a la casa de mis abuelos maternos y a la sintonía radiofónica de Elena Francis.<br />
Pese a todo ello, no estamos acostumbrados a valorar el sentido del olfato. Lo que para la mayor parte de especies<br />
animaleses un factor de supervivencia, para el homo sapiens se ha convertido en algo atavico y ha ido perdiendo protagonisme<br />
en nuestra vida diaria. Por fortuna, sin embargo, los humanos no somos iguales.<br />
Para Ernesto Ventós, el olfato es primordial. Nacido en el seno de una familia de perfumistas y criado entre frascos<br />
de esencias, ha dedicado su vida al sutil arte de crear fragancias. Prestigioso profesional del perfume, ha invertido y todavía<br />
invierte, muchas horas en educar su nariz. Gracias a su empeño y al tiempo empleado en el aprendizaje, Ernesto es<br />
capaz de crear desde la mas delicada de las esencias hasta el olor, mas prosaico, de una hamburguesa requemada. Y gradas<br />
a esta habilidad, o quizas por cu lpa de ella, Ernesto es hoy coleccionista de arte.<br />
Este perfumista ya había mostrado su afición a reunir piezas singulares en una notable colección de bastones de<br />
doble uso; pero -tal como él mismo cuenta en la introducción de este catalogo- fue con motivo de su colaboración como<br />
creador de perfumes en la exposición «Suggestions olfactives» cuando surgió su pasión por el arte contemporaneo y, a la<br />
postre, la exposición que ahora presenta. Si a su vocación de coleccionista se añaden una tenacidad inagotable, una refinada<br />
sensibilidad y una pasión por el mundo del olfato, tenía que suceder lo inevitable: Ernesto ha logrado reunir un magnífico<br />
conjunto de obras de arte en las que el mundo de los olores actúa como nexo de unión.<br />
Ésta es, sin duda alguna, una colección atípica tanto por su contenido como por la forma misma de concebirla.<br />
Ernesto Ventós no es un coleccionista al uso. La mayoría de las obras aquí reunidas son piezas realizadas por encargo. Al<br />
igual que los antigues mecenas, Ernesto propone a los artistas que confeccionen una obra relacionada con el olor que para<br />
ellos resulte mas sugerente. Esta peculiaridad, en una época en que el artista estima por encima de todo su libertad creativa,<br />
no siempre ha hallado comprensión. Pero la cosa no acaba ahí: para formar parte de la colección, cada obra debe<br />
apoyarse en un texto, ya sea del propio artista o de alguien elegido por él, que refuerce la relación entre la pintura o la<br />
escultura y el mundo del olfato. El poder de convicción de Ernesto, alimentado fundamentalmente por el entusiasmo y la<br />
constancia, ha logrado reunir un conjunto de piezas de destacades artistas que han entendido el proyecto y compartido la<br />
ilusión de quien lo ha desarrollado. No cabe duda de que el resultado es sorprendente.<br />
Tras cada obra de arte se esconden !argas horas de relación, casi siempre personal, entre autor y coleccionista, quien<br />
disfruta contagiando el entusiasmo por la idea al artista. Así, poco a poco, se han ido formando dos colecciones en una:<br />
una importante colección de arte y una, no menos importante, de amigos.<br />
El visitante debera dejarse atrapar por la magia de las formas, la sensualidad de las texturas, el misterio de las luces<br />
y las sombras, y hacer el esfuerzo de apelar a su memoria para evocar los olores que cada una de las obras de la exposición<br />
sugiere. Sólo así llegara a su esencia.<br />
Oriol Gual i Dalmau<br />
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