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Hacia el 'Día Después del Desarrollo' - Iepala

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desempeño de la realidad histórica, material, cultural y espiritual, nace una comunicación<br />

y una educación descontextualizadas, que informan pero no forman, informan pero no<br />

inspiran, habilitan competencias individuales pero no construyen sueños colectivos. Para<br />

la comunicación y la educación “científicas”, d<strong>el</strong> mundo-máquina newtoniano, lo que no<br />

es racional no existe, no es verdad o no es r<strong>el</strong>evante.<br />

• De Comte, la objetividad y la neutralidad d<strong>el</strong> método científico aplicadas al estudio de la<br />

vida en sociedad, <strong>el</strong>iminando la participación de lo humano, lo social, lo cultural, lo<br />

ecológico y lo ético en la construcción de la realidad. Pero todo emprendimiento humano<br />

incluye valores, creencias, aspiraciones, saberes, frustraciones, retos, deseos, pasiones y<br />

sueños humanos, incluso <strong>el</strong> emprendimiento científico. Todo lo que genera impactos,<br />

cambios y transformaciones, y todo lo que tiene consecuencias planificadas, no existe de<br />

manera objetiva ni debe ser abordado de forma neutral. La ética es imprescindible en los<br />

procesos humanos, sociales e institucionales. Sin embargo, para la comunicación y la<br />

educación coloniales, como para Comte y sus seguidores, lo que no es objetivo ni puede<br />

ser estudiado de forma neutral no existe, no es verdad o no es r<strong>el</strong>evante.<br />

• De la ciencia moderna, <strong>el</strong> positivismo evolucionista que definió <strong>el</strong> método científico como<br />

la única forma válida de generar conocimiento r<strong>el</strong>evante. Este método representa <strong>el</strong><br />

último estadio d<strong>el</strong> progreso—de la evolución—d<strong>el</strong> pensamiento humano, <strong>el</strong>iminando d<strong>el</strong><br />

contexto epistemológico d<strong>el</strong> proceso educativo otros saberes—no-científicos—igualmente<br />

r<strong>el</strong>evantes. Sin embargo, para la comunicación y la educación coloniales, como para <strong>el</strong><br />

Positivismo comteano, <strong>el</strong> saber que no es “producido” a través de la aplicación rigurosa,<br />

objetiva y neutral d<strong>el</strong> método científico no existe, no es verdad o no es r<strong>el</strong>evante.<br />

• De Locke, la metáfora de la Tábula Rasa aplicada a la comprensión d<strong>el</strong> proceso d<strong>el</strong><br />

aprendizaje, donde <strong>el</strong> “aluno” (Alumnum—sin luz, en Latin) no sabe nada, mientras <strong>el</strong><br />

“profesor”—iluminado—lo sabe todo. Esta metáfora dio origen a una premisa pedagógica<br />

mecanicista: <strong>el</strong> acto de enseñar asegura <strong>el</strong> acto de aprender. Así emergió la educación<br />

bancaria (criticada por Paulo Freire), en la cual la mente humana es “algo”, un recipiente<br />

vacío donde <strong>el</strong> profesor “deposita” “conocimiento”, también concebido como “algo” que<br />

puede ser “producido”, “transmitido”, “adquirido” y “absorbido”. Esta práctica pedagógica<br />

<strong>el</strong>imina la participación d<strong>el</strong> contexto y la interacción en <strong>el</strong> aprendizaje. Sin embargo,<br />

Humberto Maturana y Francisco Var<strong>el</strong>a han demostrado en El Árbol d<strong>el</strong> Conocimiento que<br />

<strong>el</strong> ser humano sólo aprende en interacción con su contexto, lo que corresponde a la<br />

premisa de Paulo Freire de que los seres humanos se educan mediados por <strong>el</strong> mundo, su<br />

entorno, su contexto, su realidad. Para comunicadores y educadores racionalistas, <strong>el</strong><br />

conocimiento que no puede ser “transferido” por un “transmisor” para un “receptor” que<br />

lo “adquiere” y lo “almacena” no existe, no es verdad o no es r<strong>el</strong>evante.<br />

• De Taylor, <strong>el</strong> concepto de “hombres bueyes” aplicados en la escu<strong>el</strong>a, bajo la tradicional<br />

etiqueta de “recursos humanos” derivada de la ingeniería, en <strong>el</strong> caso de la prevalencia de<br />

la visión mecánica de mundo como fuente de coherencia, o bajo la etiqueta emergente<br />

de “capital humano”, en <strong>el</strong> caso de la prevalencia de la visión mercadológica de mundo<br />

como fuente de inspiración. En ambos los casos, los seres humanos son reducidos a<br />

“algo”, una “cosa” (recurso, capital). Los contextos histórico, material, cultural y psíquicosocial,<br />

que tienen contribuciones críticas a la formación de la intuición y su potencial<br />

crítico y creativo, son sumariamente <strong>el</strong>iminados d<strong>el</strong> mundo de los significados. La<br />

comunicación y la educación coloniales no consiguen—o no quieren—percibir que somos<br />

‘talentos humanos’, ni “recurso” ni “capital”. La imaginación nos permite hacer preguntas<br />

nunca hechas antes, explorar viejos problemas desde nuevos ángulos, y proponer lo que<br />

todavía no existe, más allá de la experiencia previa y d<strong>el</strong> conocimiento existente. Sin<br />

embargo, para los ingenieros racionalistas, <strong>el</strong> mundo es una máquina; todo que en <strong>el</strong>la<br />

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