Descargar - Els arbres de Fahrenheit
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entre ética el interés y ética <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber; sólo a un hombre que ha asumido esa<br />
contradicción como una cruz con la que hay que cargar necesariamente en una<br />
sociedad dividida, como es la sociedad capitalista, y hacerlo sin aspavientos,<br />
sin pretensiones elitistas, se le pue<strong>de</strong> ocurrir la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que un día la política y<br />
la moral harán un todo al “<strong>de</strong>sembocar la política en moral”. Porque un hombre<br />
así, aunque diga, como <strong>de</strong>cía Gramsci en más <strong>de</strong> una ocasión, que él es como<br />
“una isla en la isla”, aunque se haya sentido muchas veces solo, está en<br />
realidad comunicando que, a pesar <strong>de</strong> su psicología él no es una isla, sino que<br />
es un continente <strong>de</strong> verdad, que enlaza con los sentimientos y creencias <strong>de</strong> los<br />
<strong>de</strong> abajo, <strong>de</strong> los humillados, los ofendidos, los proletarios <strong>de</strong> este mundo<br />
Creo que el proyecto <strong>de</strong> Gramsci se pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este<br />
presente nuestro como un continuado esfuerzo por hacer <strong>de</strong> la política<br />
comunista una ética <strong>de</strong> lo colectivo. Gramsci no escribió ningún tratado <strong>de</strong> ética<br />
normativa, no era un filósofo académico. Tampoco era un político al uso,<br />
especialmente preocupado por la propia imagen, como lo son tantos políticos<br />
<strong>de</strong> hoy día. Y tampoco puso las páginas <strong>de</strong> su obra luminosa, los Cua<strong>de</strong>rnos<br />
<strong>de</strong> cárcel, las cartas,... bajo ningún rótulo académico con los cuales se enseña<br />
ética, filosofía política o filosofía moral en nuestras universida<strong>de</strong>s. Yo creo que,<br />
como tantos otros gran<strong>de</strong>s, Gramsci habló poco y escribió muy poco <strong>de</strong> ética,<br />
pero dio con su vida una lección <strong>de</strong> ética. A mí me parece que es característico<br />
que los hombres gran<strong>de</strong>s, y muy particularmente <strong>de</strong> los revolucionarios <strong>de</strong> este<br />
siglo, el que hablen muy pocas veces <strong>de</strong> ética. Con razón, porque la verdad es<br />
que en las socieda<strong>de</strong>s en las que vivimos, a veces da cierto asco el uso y el<br />
abuso repetido <strong>de</strong> la palabra “ética”. Yo siempre digo que este término se suele<br />
poner <strong>de</strong> moda en los momentos malos <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> la humanidad, en los<br />
momentos en que nuestros pañales, nuestros calzoncillos están sucios<br />
moralmente... De ética no hay que hablar. Hay que practicar. Y en este caso se<br />
trata precisamente <strong>de</strong> eso, <strong>de</strong> una lección <strong>de</strong> ética, <strong>de</strong> esas que quedan en la<br />
memoria <strong>de</strong> las gentes, <strong>de</strong> esas que acaban metiéndose en los resortes<br />
psicológicos <strong>de</strong> las personas, y que sirven, y esto es lo importante, para<br />
configurar luego las creencias colectivas. Esta es una i<strong>de</strong>a muy repetida por<br />
Gramsci: Que las i<strong>de</strong>as cuajen, se materialicen en creencias colectivas en el<br />
marco <strong>de</strong> una tradición crítica y con intención alternativa al or<strong>de</strong>n existente. Y<br />
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