LA CLÍNICA Y LA MEDICINA INTERNA APUNTES HISTÓRICOS Y PROYECCIONES ...
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ambos deben desarrollarse y armonizarse, aunque se requiere que el equilibrio entre ellos en los<br />
servicios de salud, se debe planificar de manera adecuada.<br />
El desarrollo de la tecnología médica<br />
Quizás fue Richard Bright en el Hospital Huís de Londres, en la primera mitad del siglo XIX,<br />
quien introdujo por primera vez el laboratorio en la práctica médica, al realizar de forma<br />
sistemática en sus enfermos con hidropesía, la búsqueda de albúmina en la orina, calentando<br />
una muestra de la misma, en una cuchara con la llama de una vela” (27)<br />
A partir de esta fecha, como consecuencia de múltiples inventos y adelantos en el campo<br />
tecnológico, se introdujeron progresivamente como exámenes complementarios en la práctica<br />
clínica, numerosas técnicas de laboratorio de todo tipo, de imágenes, de anatomía patológica, de<br />
registros, de endoscopias... Pero la explosión ocurrida en este campo después de la segunda<br />
guerra mundial, originada por la ya trascendental revolución científico-técnica, puso en las<br />
manos del médico de la segunda mitad del siglo XX tecnologías cada vez más complejas,<br />
sofisticadas, precisas, detallistas y eficientes que, en ocasiones, podían aportar datos más allá<br />
del límite de sensibilidad de la clínica. Si bien hay enfermedades como la migraña, el Parkinson<br />
o el tétanos, en las cuales el diagnóstico continúa siendo exclusivamente clínico, apenas hay<br />
afecciones que no se hayan beneficiado de los progresos de la tecnología médica en su<br />
identificación, conocimiento o manejo, en los últimos 50 años. (27)<br />
En la medicina clínica del siglo XX, los análisis complementarios quedaron medularmente<br />
incorporados a nuestro saber y actuar (Moreno). La introducción de la tecnología hizo cada vez<br />
más compleja (y costosa) la práctica clínica. Entre otras consecuencias, esto trajo la necesidad<br />
del desarrollo de nuevas especialidades “paraclínicas”, de medios diagnósticos, que fueron<br />
apareciendo en la medida que se incorporaron nuevos equipos y técnicas que requerían<br />
determinados conocimientos y habilidades para su correcto uso.<br />
Sin embargo, no siempre se ha entendido que, a pesar de los múltiples beneficios derivados de<br />
la introducción de la tecnología en la medicina clínica, esta no sustituye la clínica, sino que<br />
complementa el diagnóstico y el tratamiento. Debían ser fases separadas del proceso de<br />
atención, independientes, pero íntimamente relacionadas y necesarias. Lamentablemente,<br />
ocurrió que muchos –tanto médicos como pacientes y público en general- consideraron, de una<br />
forma más o menos explícita, que la tecnología sustituía a la clínica y entre las principales<br />
consecuencias negativas de la deslumbrante tecnología médica trajo, están: el sobreuso<br />
innecesario de la misma -incluyendo la utilización de tecnologías “no apropiadas”, en el sentido<br />
más amplio-, las múltiples iatrogenias que pueden ocasionar, la excesiva confianza en los<br />
equipos, la reducción de las habilidades clínicas en los médicos, la subvaloración de la<br />
experiencia médica y, finalmente, el deterioro de la relación médico-paciente que, en muchas<br />
ocasiones, se ha sustituido por la de equipo-paciente.<br />
Otro hecho que modificó el pensamiento y actuar clínico -no siempre valorado en su justo<br />
alcance-, fue el advenimiento de nuevos procederes terapéuticos realmente eficaces y potentes,<br />
a disposición del médico, capaces de modificar sustancialmente el modo de hacer la clínica, casi<br />
todos ellos relacionados con nuevas tecnologías. Ejemplos típicos fueron el descubrimiento y<br />
aplicación en la práctica clínica de la insulina, de los antimicrobianos y nuevas técnicas<br />
quirúrgicas y anestésicas. La avalancha de resultados científico-técnicos que se introdujeron en<br />
la práctica, no dejó fuera a las personas sanas, pues en el campo de la prevención también se<br />
han obtenido éxitos indiscutibles, como fue el caso típico de las vacunas. (28) Estos avances en<br />
el tratamiento ocasionaron, entre otras: la “crisis del nihilismo terapéutico” tan en boga en los<br />
clínicos clásicos del siglo XIX y los primeros internistas, al desplazarse el interés de médicos y<br />
pacientes de la etapa del diagnóstico a la del tratamiento de los enfermos y, además, dieron<br />
lugar a la aparición de nuevas especialidades dedicadas a profundizar en los novedosos<br />
métodos terapéuticos.<br />
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