Libro fiestas 2008 - Ayuntamiento de Biar

jovenzanos que reinaba tras el fin
de las clases. Todavía recuerdo la
vergüenza que pasamos el día que
un acechante guarda nos encontró
en pleno festín. Al poco abrieron,
junto al Arc del Plátano, un “salón
de recreativos” y allí entretuvimos
muchas horas adolescentes
entre futbolines y esas asombrosas
máquinas recreativas de “marcianitos”.
Tejíamos campeonato tras
campeonato, y deslumbrábamos con
nuestra pericia en el manejo de una
primitiva palanca de mando que
solo en algo se parecía a lo que ahora
nuestros hijos llaman joystick. Era
nuestra forma de estar al día de los
adelantos técnicos que unos años
más adelante iban a transformar,
entre otras muchas cosas, nuestra
manera de entender el ocio.
Por esos mismos años ingresé, por
seguir con la tradición familiar y
junto con otros amigos (Mateo, José
Dimas, Miguel Richart, Pascual
Baena, Miguel Ángel Valdés, Rogelio
Piñeiro Albero y Alonso Merí,
entre otros), en la banda de música.
En esa escuela de la vida aquellos
educandos crecimos asimilando la
importancia del grupo, de la cultura
popular, del aprendizaje autodidáctico,
del esfuerzo que suponía
encontrar un hueco para los ensayos
tras la fatigosa jornada laboral
y, en suma, el valor de las actividades
desinteresadas. Aprendimos
las reglas y la camaradería (entonces
solo masculina) de los adultos,
y descubrimos los pueblos y fiestas
de la comarca, tan similares pero
tan diferentes de las nuestras.
Aquello fue, junto con la televisión
que ya poblaba nuestras casas, una
de las primeras ventanas al mundo
que tuve. Ventanas que se abrieron
de par en par con el comienzo de
los estudios de bachillerato en la
cercana Villena. Los cuatro viajes
que hacíamos al día entre Biar y el
instituto nos permitían mantener
permanentes momentos de jolgorio
y chanza estudiantil, al tiempo que
nos daba oportunidad de crear y
afianzar nuevos vínculos amicales
(Mercedes y Mª Carmen Santonja,
Margarita Soler, Ana y María José
Colomina, Reme Maestre, Fini
Albero y Rafael Sanjuán, entre
otros muchos).
Eran los años de lo que se ha
venido en llamar la Transición
Política, en los que las tensiones
sociales, económicas y políticas
fueron un acicate para que despertara
en mi una precoz y juvenil
sensibilidad social y democrática.
Aquello, y la necesidad de encontrar
respuestas plausibles a un
mundo que ya se me antojaba
complejo, acabaron orientando mis
estudios universitarios y, en definitiva,
mi vida adulta alejada del
Biar de mi niñez y primera juventud.
Pero la ausencia por casi tres
décadas de la vida cotidiana de mi
pueblo no me ha impedido mantener
esos vínculos de amistad, a la
par que generar otros nuevos, con
una intensidad similar a la memoria
que conservo de esos tan lejanos
tiempos. Porque los recuerdos son,
como reza el título que encabeza
estas líneas, la memoria del corazón.
Y memoria y corazón son las
dos fuerzas que hacen latir la vida
en todo tiempo y lugar. ¡¡¡Bones
festes de moros i cristians!!!
Cristóbal Torres Albero
B I A R 2 0 0 8 175
RECORDS I VIVÈNCIES