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Untitled - Libr@rsi

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— 121 —<br />

de aquella genU; humilde y afligida, y pasando poco después por aquel<br />

pueblo el misionero, le dieron las gracias del alivio de sus miserias y<br />

felicidad de la cosecha.<br />

Los indios, que según costumbre, guiaban álos padres en los cami-<br />

nos, no pocas veces con un piadoso engaño, los estraviaban y hacian<br />

pasar por otros pueblos de donde ellos eran, ó donde hablan tratado<br />

conducirlos, á instancias de sus habitadores. Los hombres de Dios<br />

se dejaban gustosamente engañar con este inocente artificio, de que tal<br />

vez se valia el Señor parala salud de sus escogidos. En un pueblo,<br />

como legua y media de Pátzcuaro, les salió arrastrándose al camino<br />

una india anciana, que estando ya desanclada, y en los últimos térmi.<br />

nos de la vida, supo que pasaba por el lugar un padre, y anteponiendo<br />

al cuidado de la vida temporal el de la eterna, había salido á confesar-<br />

se. Estraño espectáculo, sobre que no podemos dejar de admirar las<br />

fuerzas de la gracia, y de hacer un triste paralelo con la delicadeza y<br />

el orgullo de los poderosos del mundo. El padre, dando á Dios mu-<br />

chas gracia.s de tanta fé y de tanta piedad, la confesó, la consoló y la<br />

animó con la esperanza bien fundada de su predestinación y de su di-<br />

cha, que pasó á gozar (según podemos creer) dentro de pocos instan-<br />

tes. Llegando á otro pueblo concurrieron en gran número los paisa-<br />

nos con grandes demostraciones de veneración y de júbilo, pidiendo a<br />

los padres les hablasen algo de Dios y de lo perteneciente á sus almas,<br />

de que en mas de quince años no habian oido una sola palabra. La<br />

hambre piadosa de los oyentes hizo esperar el gran provecho con que<br />

recibirían el pan de la celestial doctrina, como se vio desde luego en<br />

las confesiones y ejei'cicios de piedad á que se entregaron. En otro<br />

no bastando los ruegos para detener al misionero que pretestaba la ne-<br />

cesidad de anunciar el reino de Dios á otros lug-ares, determinaron es-<br />

cribir al padre rector de Pátzcuaro para obligarlo á detenerse otros dos<br />

dias, Santa importunidad que el padre no pudo dejar de agradecer, y<br />

á que correspondió el cielo con abundantes bendiciones de inmenso<br />

fruto. El pueblo principal á que se destinaba la misión estaba sumer-<br />

gido en un profundo abismo de superstición y de desorden. Pareciólcd<br />

á los padres, para esplicarme con sus propias voces, que como en otro<br />

tiempo á S. Pedro, se les tendia á la vista un lienzo lleno de bestias<br />

fieras, y de las mas ponzoñosas savandijas. La echicería, la embria-<br />

guez y supersticiosa consecuencia, la mas torpe sensualidad, estaban<br />

cuasi santificadas do la costumbre. Trabajóse por algunos sin que hu-

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