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Untitled - Libr@rsi

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— 302 ~<br />

gobernador de Chiapa y descendiente nmy coreano de los antiguos reyes<br />

do aquella provincia, se habia criado en aquel colegio con tanta<br />

piedad, circunspección y virginal recato, que era llamado comunmen-<br />

te el indio santo. Acometióle una enfermedad en que no podia dibimu-<br />

lar el gozo interior do su espíritu por salir de la prisión del cuerpo.<br />

Se confesó en ocho dias cinco veces, y habiendo hecho todas las dili-<br />

gencias para ganar la indulgencia, y ayudádose con fervorosísimos co-<br />

loquios á un crucifijo que tenia en las manos, y arrancando lágrimas<br />

de devoción á todos los circunstantes, espiró plácidamente. Aquella<br />

misma, noche á la hora en que murió, se dejó ver de una persona lleno<br />

de vida y hermosura, y preguntóle cómo habia sanado tan presto:<br />

yo estuve enfermo, dijo, para gozar ahora de tan buena salud. Voy al<br />

cielo: de mis padres tengo lástima y de los que quedan aun luchando<br />

en este mundo. Otro joven estando al parecer poco agravado de la<br />

enfermedad, aseguró, mas de una vez, que á la noche siguiente moriría<br />

á las tres de la mañana; que un hombre hermosísimo vestido de blanco<br />

se lo habia prometido, y la verdad del suceso correspondió justamente á<br />

la predicción. Bien sabemos que este género de apariciones son de or-<br />

diñarlo sospechosas y muy mal recibidas en aquellas gentes que precian<br />

de un gusto delicado, y de no abandonarse jamás ciegamente ala<br />

buena fé, ó la demasiada creduhdad de ciertos autores que por lo común<br />

las refieren con poca discreción. No ignoramos también lo que<br />

ha dejado escrito en deshonor de las historias religiosas cierto escritor<br />

de nuestro siglo, por cuyas obras se trasluce el mismo libertinage en<br />

la fé que en las costumbres. Yo no veo que estos adoradores"^ la an-<br />

tigüedad acusen de flaqueza ó de mala fé á Tito Livio, á Plutarco, á<br />

Valerio Máximo, y atantes otros autores paganos que nos refieren ma-<br />

yores y mas increíbles prodigios, y á quienes á pesar de la grande li-<br />

bertad de juicio que se profesa en estos tiempos, no se deja de dar crédito<br />

por el respeto que se imagina deber á tan famosos hombres. No<br />

se reprende que Pórcida habia apagado sin lesión en su mano las bra-<br />

sas; que habia llovido unas veces ceniza y otras sangre en Italia; que<br />

hablen los bueyes y las estatuas de los falsos dioses; que se haya oído<br />

en Roma una voz que previniese la venida de los antiguos franceses.<br />

¿Y los lectores cristianos habrían de reprender en los autores de la historia<br />

religiosa y eclesiástica sucesos autorizados por tantosotros seme-<br />

jantes que se hallan en las Santas Escrituras y en los padres mas res-<br />

petables de la Igk'íiia, y que parecen pevtcnrccr de un modo muy par-

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