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— 289 —<br />

enviaron con ella diputados á ofi-eccr la paz ;i loa niatapnnrs, con quie-<br />

nes conservaron después una estrecha alianza, de que para mayor segu.<br />

i'idad quisieron fuese garante el n)ismo pudre y toda la cristiandad del<br />

pueblo de Saconatu.<br />

El padre Gonzalo de Tapia, en consecuencia de la palabra que habia<br />

dado el año antecedente ú los zuaques, volvió á su pueblo. El apostó-<br />

lico varen tuvo el dolor de hallarlos en unas disposiciones muy con-<br />

trarias á la santidad y pureza del Evangelio. Pasada aquella vehemen-<br />

te impresión que habia hecho en sus ánimos el nunca visto temblor, ol-<br />

vidaron también los deseos del bautismo. Justamente llegó el padre al<br />

primer pueblo á ocasión en que después de una de aquellas sus nocturnas<br />

arengas estaban aun sepultados en el sueño y en la embriaguez.<br />

La contusión propia cuando supieron la venida del padre, y la presen-<br />

cia de un censor importuno á sus disoluciones, les hizo tot;iar la reso-<br />

lución de deshacerse del misionero. El cacique principal del pueblo era<br />

también el gefe de la conspiración; pero aun no era llegada la hora del<br />

Señor. El indio temerario haciendo en una asamblea semejante, pocos<br />

dias después, alarde de su ligereza y valentía, ya perturbado con el ca-<br />

lor de sus licores bárbaros, dio un salto desdo la cima de una roca ha?,<br />

ta lo mas profundo del infierno, donde pasó después de una muerte de-<br />

sastrada. El hombre de Dios, aunque advertido de los designios del<br />

malvado cacique, sin embargo, prosiguió con valor intrépido visitando<br />

los demás pueblos de aquella misma nación. Halló en algunos mejor<br />

disposición, é hizo algunos bautizmos. De ahí partió á visitar á aque^<br />

líos indios que el año antes le habían recibido y levantado la cruz en<br />

el camino, á siete leguas de Ocoroíri. La solicitud de las Iglesiaj que<br />

tenia á su cuidado, no le dio lugar para detenerse mucho, y encargó su<br />

cultivo al padi-e Martin Pérez, á cuya diligencia se vio entre a^juellas<br />

gentes, después de algunos años, una cristiandad muy florida. El pa-<br />

dre Gonzalo de Tapia volvió á sus pueblos: todo parecía prometer la<br />

mas constante serenidad. Habíanse bautizado algunos miles; las na-<br />

ciones vecinas se veían venir en tropa á pedir el bautízmo, y congre-<br />

garse en pueblos con algún género de gobierno y policía. Iban desapa-<br />

reciendo insensiblemente las costumbres gentílicas, y los neófitos se<br />

empleaban con tanto fervor en el cumplimiento de nuestra santa ley,<br />

que de dos y tres leguas venían á pié y mal vestidos en lo mas crudo<br />

del invierno por oir la doctrina, y asistir al santo sacrificio. Se habían<br />

.erigido al verdadero Dios mas de sesenta templos, aunque pequeños y

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