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Untitled - Libr@rsi

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— 449 —<br />

cin y grosera importunidail de mas de ciir.trn mil nuevos orislinnos.<br />

Cnanto eran mas apacibles y mas blandos los corazones de los lagu-<br />

neros, tanto era mayor la impresión que habia hecho en su débil es-<br />

píritu la antigua superstición y la pena que costaba ponerlos á cubier-<br />

to de aquellos miedos pueriles, que hacian todo el fondo déla religión<br />

de sus padres. Esto lo experimentó bien el padre Francisco Arista<br />

en inia corta ausencia que le fué forzoso hacer de los pueblos que ad-<br />

ministraba. En este pequeño intervalo, un joven cacique de los mas<br />

racionales y ladinos, juntó en las primeras horas de la noche toda la<br />

gente del pueblo, y con un exordio bastantemente artificioso, les cap-<br />

tó la atención diciendo cuánto tiempo y cuidado les habia costado re-<br />

solverse á aquella demostración. No vengo, dijo, á ha1)laros de mi<br />

parte, aunque sé muy bien la autoric'ai y el derecho que me da para<br />

el'o, mi nacimiento y mis hazañas en la guerra. Vengo expresamente<br />

mandado del demonio, que repetidas veces en figura de muger se<br />

me ha aparecido para que os enseno lo que debéis hacer, si queréis evi-<br />

tar la calamidad que os amenaza. Viendo con este comienzo irregu-<br />

lar amedrentados y atentos los ánimos, prosiguió proponiéndoles sus<br />

misterios de obcenidad y de torpeza, dignos del maestro que se los<br />

suo-eria, y muy conformes á las inclinaciones de su auditorio. Concluyó<br />

amenazáudolos con epidemias, con hambres y con mortandad de<br />

los ancianos, si no seguían aquel nuevo plan de doctrina, ó si daban<br />

parte al misionero de cuanto les habia propuesto. Se halló por fortuna<br />

entre los oyentes un fiel temachtiani ó catequista, que hacia oficio<br />

de fiscal, que sin dejarse mover de aquellas mentiras,<br />

ni intimidar de<br />

las amenazas, pasó prontamente la noticia al padre Arista, que estaba<br />

en otro pueblo cercano. Voló luego al remedio de tanto daño, como<br />

amenazaba á su grey. Breve reconoció la mudanza. Ninguna de-<br />

mostración de alegría, ninguna veneración n¡ respeto. Habiéndolos<br />

juntado en la Iglesia para desengañarlos,<br />

observó en todos un aire<br />

forzado, y un ceño en los semblantes, testigo del interior desprecio y<br />

dureza de su corazón. El padre, muy diestro ya en manejar aquellos<br />

genios, viendo el poco efecto de sus palabras: quedaos, les dijo, seguid<br />

á vuestros maestros. Yo me voy, y en vano me llamareis para vuestros<br />

enfermos, vuestras sementeras y vuestros No faltarán<br />

hijos.<br />

pueblos<br />

mas fieles que reciban mejor mis palabras de salud. En efecto,<br />

acabando de predicar, haciendo de su pobre ropa un pequeño lio, y<br />

sin querer que alguno le acompañase, pasó á otro de los pueblos cer-

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