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— 132—^<br />

principio un tristo siloncid, después las lágrimas que coman por cuaí^^^i<br />

todoa los semblantes, manifestaron bien las" disposiciones del pueblo,<br />

quo ao hacia aun violencia para contenerse en los límites de un mo-<br />

desto dolor. Pero viendo deshacer los altares y transportar las reli-<br />

quias, que con tanto costo y solicitud habia alcanzado de Roma el Sr.<br />

D. Vasco, y de quehnbin procurado hacerles concebirla mayor estima-<br />

ción y confianza, no guardaron medidas. Prorrumpieron en solloxos,<br />

que degeneraron breve en un tristísimo alarido. De la Iglesia pasó á<br />

las calles vecinas, y muy luego á toda la ciudad. De todas partes acu-<br />

dían á millares; unos cercaban la Iglesia, otros los carros ya cargados.<br />

Cada uno suspiraba por el santo de su mayor devoción, cuyo nombre<br />

repetían con voces lastimosas, y entre la multitud se oia sonar con un<br />

tiernísimo afecto que aumentaba la aflicción el nombre de D. Vasco,<br />

ihl obispo santo, del pculre de los tarascos, del fundador de Pátzcuaro.<br />

Seguramente cixtregada la ciudad al pillage de una nación enemiga,<br />

no se habría visto en mayor consternación. Procuraban algunos con -<br />

solar al pueblo con muy bellas razones; pero eran inútiles todos los es-<br />

fuerzos, mientras veían crecer á cada instante los motivos de su con-<br />

goja, intentaron descolgar una hermosa campana que habia mandado<br />

fundir y consagrado con grande solemnidad y aplauso de toda la mul-<br />

titud el Sr. D. Vasco de Quiroga. Era esta el único consuelo y re-<br />

curso en las tempestades de truenos y i-ayos, dequeJiabiasido antiguamente<br />

muy molestado el país. A este espectáculo, mudaron de sem-<br />

blante las cosas. De un pesar agravado, se pasa muy fácilmente al<br />

furor y á la cólera. Los indios corrieron prontamente á sus casas, se<br />

armaron de sus arcos y flechas, y volvieron en tropas á la defensa de la<br />

torre. Los españoles interpretando aquel movimiento, no tanto, como<br />

era en realidad, por una piedad imprudente, cuanto por un principio de<br />

rebelión que había hallado ocasión de prorrumpir con este bollo pretesto,<br />

se armaban ya, se nombraban oficiales, y se procuraban poner en<br />

estado de defensa. Pareció bien on esta ocasión todo el ascendiente<br />

que tenían los jesuítas sobre aquel gran pueblo.<br />

Pei'suadieron fácilmen-<br />

te á los españoles que aquella no era sedición contra el soberano, ni<br />

era justo alumbrarles con la misma precaución y desconfianza un deli-<br />

to de que ellos no habían dado hasta ontcmces el menor indicio á los<br />

indios: que la intención de S. Illma. no era privarlos de aquel consue-<br />

lo: que se habían tomado aquellas providencias en la persuacion de que<br />

olios vendrían gustosos en mudarse á Valladolid, donde se los prome.

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