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— 456 —<br />

sinos un muchacho, y el padre, movido de sus pocos anos, inieicedió<br />

con el capitán para que le perdonase y lo volviese (i su puehlo. No lo<br />

queremos entre nosotros, replicaron los caciques; muchacho es, pero<br />

el delito es de homhre, y homhre malvado, f Con su muerte escar-<br />

mentarán los de su edad, nuestros pueblos quedarán limpios de esta<br />

mala raza, y se conservará entre nosotros la amistad y la buena fé que<br />

hemos jurado.<br />

La alianza contraída en los xiximes y tan religiosamente observada<br />

de una y otra parte, puso á los pueblos vecinos, singularmente á los<br />

sabaibos, en la deseada segundad de estender sus poblaciones y de<br />

cultivar muchas tierras en que habia muchos anos que no podian ha-<br />

bitar sin un evidente riesgo de la vida, de que estos infelices hicieron<br />

dar gracias al padre Alonso Ruiz. Con la tranquilidad creció maravi-<br />

llosamente la devoción de los cristianos. Vienen, dice en su carta el<br />

padre Diego González, de nueve y diez leguas á asistir al santo sacri-<br />

ficio con hambre tan piadosa, que oyen todas las misas que se dicen<br />

en la Iglesia, y aun habiéndoles dicho el fiscal de parte del padre, en<br />

ocasión que habia nueve misas, que oida una podian retirarse á sus ca-<br />

sas, respondían: ¿Qué cosas tenemos que hacer de tanta importancia<br />

que nos obligue á dejar el templo? Confesábanse algunos tres y cua-<br />

tro veces antes de comulgar, con tanta abundancia de lágrimas y so-<br />

llozos, que llegándolos á percibir una vez un soldado español, enter-<br />

necido de tanta compunción se dijo luego á sí mismo: Esta india aca-<br />

ree, y bárbara que ahora conoce á Dios se ha de confesar con tanto ar-<br />

repentimiento, y á mí, infeliz, ¿no me han de deber un suspiro mis gra-<br />

vísimas ctdpas? Así dijo, y obedeciendo prontamente aquella santa ins-<br />

piracion, se arrojó luego á los pies del sacerdote, y con lágrimas igualmente<br />

devotas hizo una confesión general que fué principio de una vi-<br />

da ejemplar. No fué de menos fuerza el ejemplo de unos indios en<br />

aquel jueves santo. Lavaba el padre aquella tarde en la Iglesia los<br />

pies á doce pobres después de haber declarado todo el espíritu de aquella<br />

humilde ceremonia. Dos indios que ayudaban al misionero con<br />

agua y toallas en este piadoso oficio se enternecieron de modo, que sin<br />

poderse contener, prorumpieron en sollozos y en lágrimas. + Este es-<br />

t lió aquí un criterio legal digno de un legislador profundo.<br />

í ¿Qué dirá de esto la orgullosa filosofía humana? ¿Quién saca estas lágrimas<br />

dt.1 fondo del corazón «¡no la religión cristiana? ¡Ay del que no se conmueve al \cr<br />

esto espectáculo anualmente.... Un Dios humillado hasta este punto á los i)ies de<br />

doce rústicos pescadores!

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