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Nación Golpeadora - Red chilena contra la violencia hacia las ...

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Al terminar su lectura en voz alta, Andrea se veía diferente. Vulnerable. Se había<br />

mostrado y unas compañeras se bur<strong>la</strong>ron. El<strong>la</strong> <strong>la</strong>s increpó desde su asiento y <strong>la</strong>s hizo<br />

cal<strong>la</strong>r. Se sentía expuesta.<br />

A Andrea los/as profesores/as y sus compañeras asocian su modo de ser y de<br />

re<strong>la</strong>cionarse con conductas “masculinas”: La consideran “amachada”. En su desempeño<br />

en el basketball y otras actividades físicas, Andrea no es nombrada ni valorada con<br />

pa<strong>la</strong>bras como agilidad, destreza, rapidez, habilidad, arriesgada o valiente; es sólo<br />

“brusca” y “ahombrada”.<br />

La brusquedad es una conducta prohibida a <strong>la</strong>s estudiantes, bajo el fundamento –útil<br />

para casi todo en el liceo– de que “son señoritas” y de que deben comportarse<br />

como tales: hay que sentarse y hab<strong>la</strong>r como señoritas; deben mantener <strong>la</strong>s piernas<br />

juntas y no deben levantar <strong>la</strong> voz. Es bien visto que sean tranqui<strong>la</strong>s, un valor incluso<br />

entre <strong>la</strong>s mismas estudiantes, lo que queda en evidencia cuando juzgan o tipifi can<br />

negativamente a alguna compañera por alejarse de dicho ideal. Lo curioso es que <strong>la</strong><br />

mayoría de el<strong>la</strong>s no son “tranqui<strong>la</strong>s” ni “señoritas” de acuerdo al modelo que pretende<br />

imp<strong>la</strong>ntarse: dama decimonónica de <strong>la</strong> alta sociedad, caritativa y femenina. Si se les<br />

repite constantemente cómo deben ser, y lo que hace falta para que cump<strong>la</strong>n con<br />

aquel modelo, es porque se alejan del mandato que ordena lo deseable en una<br />

mujer.<br />

Las estudiantes, en tanto, confi guran con sus prácticas una media que se escapa de<br />

aquel modelo. Por lo tanto, <strong>la</strong> suma de sus conductas y prácticas es lo que debiera<br />

constituir <strong>la</strong> normalidad; paradójicamente, el<strong>la</strong>s mismas aspiran a aquel mandato<br />

de ser mujeres deseables. Andrea no renunciaría al basketball, pero se molesta y<br />

confronta a sus compañeras cuando <strong>la</strong> tratan de “amachada”. De seguro el<strong>la</strong> entiende<br />

aquello tiene una connotación negativa, pero es posible que asimismo intuya que<br />

dichos comportamientos tipifi cados como masculinos no inciden en su ser –y estar<br />

siendo– mujer (Butler, 2006).<br />

Re<strong>la</strong>to segundo: “Peluda y le<strong>la</strong>”<br />

“Recuerden que son señoritas”<br />

Re<strong>la</strong>tos de <strong>violencia</strong> en un liceo de niñas de <strong>la</strong> RM<br />

Carmen, conocida como La Raco, cursa último año de enseñanza media y es <strong>la</strong> única<br />

estudiante a <strong>la</strong> que permiten asistir al liceo vistiendo pantalón gris –típico del uniforme<br />

reservado a los varones–, camisa y cabeza rapada. Cuando juega fútbol, se escucha<br />

a docentes y estudiantes comentar sus piernas velludas: les parecen feas y sucias.<br />

Sólo cuando hay actividades en <strong>la</strong>s que asisten autoridades externas al liceo, se le<br />

pide a Carmen que asista con jumper. Carmen es “peluda” y “le<strong>la</strong>” como dicen sus<br />

compañeras.<br />

Vemos aquí un extraño caso de exclusividad entre La Raco y <strong>la</strong> vigi<strong>la</strong>ncia del<br />

establecimiento, puesto que se le otorga un margen de libertad contro<strong>la</strong>da para<br />

utilizar pantalón, dando <strong>la</strong> apariencia de que Carmen opta por utilizar el pantalón, que<br />

incluso puede leerse como una resistencia al modelo “femenino” que inculca el liceo.<br />

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