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CAPITU LO X I.
De Lis mugeres sabúís.
I. o se puede contar mticho >íon 'la fide-'
lid.id de Kis mugeres sabí.is. El marido de una'
muger sabia , no osa hablar én su casa: rb*«
deado de autores , de preceptor-s , y de filósofos
, no puede oponer las reglas de su
economía , á la doctrina de estos señores; y
los economistas ccsan^ taanbien - de respetar á
su vista , el principio fundamental de i propiedad.
Encerrada cori elíos pára. entregarse á*
sus estudios ,'n o tiene el marido autoridad'
5ara separarla. ¿Se atrevería él á oponerse á
os progresos de las luces con qué quería ella
ilustrarse ? A todas horaS le trata como im necio
delante de todos ; juzgad de aq u í, qué tí-
t-ulofe no le dará estando asólas.'. ' '
II. Las mugeres tienen un pl.’ic ^ tan grande
en servirse’ de los n'üevos y sabios modoi
de hablar; y son' tan zelosas de ostentar su
ciencia , que se sirven de ella p^ra expresar
sus sobreíaltos, -sus acaloramientos , su alegría,'SUS
pisarös , SUS pensamientos más secre*
to s; y fina ménte , hacén ostentación'ele elU
hasta en los placeres amorosos. ,• < : ¡
III» ¿Y será por ventura , porque junta-^
mente con sus marídoi , aprenderán á repetir
los versos de Ovidio, ó de Catulo?'
' IV. ElUs citan ál-Abate Morélet al lado
de Sócrates; y á Mirmontel 'al de.^ölon: eílis;
dice ua autor / coafiruiarán cöa ei testimonio
de