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Capítulo I<br />

Año 710 de la era cristiana, año 748 de la era hispana, año 91 de la Hégira.<br />

Dirige el Imperio Justiniano II, es califa de los creyentes Al-Walid I, reina en Toledo<br />

sobre los godos y los hispanos el rey Vitiza, hijo de Egica<br />

Montaña sagrada de la Calavera, cerca de Causegadia 1 , en el ducado de Cantabria<br />

El oso se puso en pie y, agitando sus zarpas delanteras en el aire, lanzó<br />

un rugido amenazador.<br />

Pelagio sabía que el oso trataba de asustarlo para que le dejase el paso<br />

libre; sin embargo, el desnudo muchacho no se movió del sitio, sino que<br />

afianzó los pies descalzos en el suelo y sujetó la lanza con fuerza.<br />

Habría podido arrojar una jabalina contra el desprotegido corazón del<br />

oso, pero no le estaba permitido hacerlo. Para ser jefe de guerra de las<br />

tribus de las montañas había que matar un oso en leal combate cuerpo a<br />

cuerpo; no podía hacerse a distancia. Un jefe de guerra ha de ser valiente;<br />

pero también contar con el favor de los antiguos dioses. Por eso Pelagio<br />

debía matar al oso vestido tan solo con sus armas: su lanza y, colgando de<br />

un tahalí de cuero, su afilada espada corta celtíbera; no podía llevar coraza<br />

o casco, ni un justillo de cuero, ni siquiera las pieles con que se cubrían<br />

los demás montañeses. Pelagio era una víctima sacrificial ante los antiguos<br />

dioses y como tal debía ser ofrecido.<br />

Desde tiempos inmemoriales, los pueblos cántabros habían realizado<br />

sacrificios humanos en la montaña de la Calavera; pero, los romanos, primero,<br />

y los visigodos, después, los habían prohibido. Aunque esta prohibición<br />

había sido soslayada a veces en tiempos de tribulación o cuando la<br />

autoridad de los romanos y los godos se debilitaba, las manchas de sangre<br />

de las rocas que servían de altar ya solo provenían de animales sacrificados<br />

clandestinamente.<br />

Sin embargo, para consagrar al dirigente de varias tribus, a un jefe<br />

de jefes, los dioses aún debían ser congraciados y otorgar su permiso, su<br />

sangriento permiso. El candidato tenía que ofrecerse a sí mismo como<br />

1 Cosgaya.<br />

13<br />

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